
por Mikel Viteri
La guerra silenciosa contra los cristianos en Nigeria ha dejado decenas de miles de muertos, millones de desplazados y una población entera viviendo bajo el terror del extremismo islámico. Mientras la comunidad internacional mantiene un silencio casi absoluto, el vacío de acción humanitaria y militar ha comenzado a ser ocupado por actores no estatales.
Uno de ellos es Erik Prince, el exmarine y fundador de Blackwater, la empresa militar privada más poderosa y controvertida del siglo XXI. En un gesto que mezcla fe, provocación y geopolítica, Prince ha solicitado al Papa Leo XIV que financie una fuerza privada para proteger a los cristianos perseguidos en Nigeria, una nación que concentra la mayor cantidad de asesinatos religiosos del mundo.
La propuesta, aunque polémica, pone sobre la mesa una realidad que rara vez se discute: el fracaso de los Estados africanos y de las instituciones internacionales para detener la persecución y matanzas cristianas en África occidental.
Erik Prince, fundador de la empresa militar privada Blackwater, ha solicitado públicamente al Papa Leo XIV apoyo financiero para proteger a los cristianos perseguidos en Nigeria, uno de los países más afectados por la violencia religiosa en el mundo.
A través de su cuenta en la red social X, Prince escribió:
“Santidad, tengo una mejor idea. ¿Por qué no financia a mis colegas para que puedan proteger a los cristianos nigerianos de los musulmanes que los están masacrando?”
El empresario, conocido por sus operaciones militares en Irak y Afganistán, ha defendido durante años la privatización parcial de la seguridad en zonas de conflicto, argumentando que las agencias internacionales y los gobiernos locales “han fracasado en proteger a los inocentes”.
La iniciativa recuerda a su propuesta de 2015 al gobierno de Nigeria, cuando ofreció desplegar una fuerza privada de contratistas extranjeros para combatir al grupo islamista Boko Haram. Aunque el proyecto fue rechazado entonces, el deterioro de la seguridad en el país africano ha devuelto al debate la posibilidad de una intervención de ese tipo.
Nigeria concentra el mayor número de asesinatos de cristianos por motivos religiosos del mundo.
Según el informe World Watch List 2025 de la organización Open Doors, el 69% de las muertes de cristianos ocurridas entre octubre de 2023 y septiembre de 2024 se registraron en territorio nigeriano.
Los ataques son perpetrados principalmente por grupos yihadistas como el Estado Islámico en África Occidental (ISWAP) y Boko Haram, además de milicias fulani radicalizadas. Las agresiones incluyen asesinatos, secuestros, destrucción de templos y desplazamientos masivos.
En lo que va de 2025, se estima que más de 7.000 cristianos han sido asesinados y varios millones han sido desplazados internamente. Las regiones más afectadas se encuentran en el norte y el cinturón central del país, donde la ley islámica (sharía) sigue vigente desde 1999.
“Nigeria se ha convertido en el centro mundial del martirio cristiano”, advierte el informe, que también señala que la mayoría de los ataques son cometidos con total impunidad.
La situación de seguridad en Nigeria es alarmante y se ha deteriorado de manera sostenida durante la última década.
El Estado ha perdido el control efectivo de amplias zonas rurales, especialmente en los estados del norte y del cinturón central, donde bandas armadas, grupos islamistas y milicias étnicas ejercen autoridad de facto. Las fuerzas armadas nigerianas sufren falta de recursos, deserciones, corrupción y descoordinación operativa, lo que las hace incapaces de contener la violencia.
El país enfrenta una de las crisis humanitarias más graves de África: más de cuatro millones de desplazados internos, miles de aldeas arrasadas y una economía rural prácticamente colapsada. Los ataques se concentran en aldeas agrícolas y comunidades cristianas, donde los extremistas incendian viviendas, destruyen cosechas y secuestran a mujeres y niños para pedir rescates o reclutarlos por la fuerza.
Según la organización Open Doors, los secuestros por motivos religiosos se han convertido en un negocio lucrativo: solo en 2024 se reportaron más de 1.500 casos documentados, muchos de ellos protagonizados por milicianos fulani y células del Estado Islámico en África Occidental (ISWAP).
Los rehenes que no pueden pagar rescates suelen ser ejecutados o utilizados como esclavos domésticos y combatientes.
Las infraestructuras públicas -carreteras, escuelas, hospitales y redes eléctricas- están en ruinas en amplias regiones del norte. Las escuelas cristianas son objetivo recurrente de los grupos terroristas; desde el secuestro masivo de las 276 niñas de Chibok en 2014, la educación femenina sigue siendo blanco directo de Boko Haram.
En muchas provincias, la presencia del Estado se limita a los centros urbanos, mientras que en las zonas rurales predominan los tribunales de la sharía, los impuestos extorsivos de las milicias y los mercados clandestinos de armas.
La corrupción endémica agrava el problema: parte de la ayuda internacional destinada a programas de seguridad y reconstrucción desaparece en redes clientelares o se desvía hacia cuentas privadas de oficiales y gobernadores locales.
En este contexto, líderes religiosos como el obispo Habila Daboh, de la diócesis de Zaria, se han convertido en voces morales de resistencia. Daboh declaró a la fundación Aid to the Church in Need (ACN) que, pese al sufrimiento, el número de cristianos “crece astronómicamente” en el norte y que muchos jóvenes “quieren ser sacerdotes para predicar la paz y el amor de Cristo” en medio del terror.
Sin embargo, el gobierno nigeriano sigue siendo incapaz -o reacio- a frenar la ola de asesinatos y secuestros. La falta de coordinación entre las fuerzas de seguridad y el abandono de las comunidades rurales han generado un vacío de poder que actores privados como Erik Prince buscan llenar mediante propuestas de intervención paramilitar financiada externamente, una alternativa tan polémica como reflejo de la desesperación de un país al borde del colapso.
🪖🔫 FLASH | Erik Prince, le fondateur de la société militaire privée Blackwater, envisage de créer une ARMÉE privée pour PROTÉGER les chrétiens persécutés au Nigeria. pic.twitter.com/7Rg839z3xE
— L'Écho Chrétien (@lechochretien) October 9, 2025
Erik Prince, exmiembro de los Navy SEALs y hermano de Betsy DeVos -exsecretaria de Educación de Estados Unidos-, fundó en 1997 Blackwater Worldwide, empresa clave en la privatización de servicios militares durante las guerras de Irak y Afganistán. Bajo contratos con el Departamento de Estado y la CIA, Blackwater llegó a recibir más de 1.600 millones de dólares en encargos federales. Su reputación, sin embargo, quedó marcada por la masacre de la plaza Nisour (Bagdad, 2007), donde guardias de la compañía mataron a 17 civiles iraquíes, un hecho que lo convirtió en símbolo de los excesos de las guerras privatizadas.
Aunque Prince vendió Blackwater en 2010, su actividad posterior en Libia, Emiratos Árabes Unidos y África lo mantuvo en el centro del debate sobre el papel de los contratistas militares privados. En 2021, un informe de la ONU lo señaló por presuntas violaciones del embargo de armas en Libia, y en 2025 The New York Times reportó su supuesta implicación en el envío de drones de ataque a Haití, extremo que él ha negado.
Su influencia se ha extendido más allá del mundo militar. En 2011, el New York Times reveló que Prince firmó un contrato de 529 millones de dólares con Emiratos Árabes Unidos para crear una fuerza secreta de 800 mercenarios destinada a misiones internas y regionales, reforzando su imagen como arquitecto de ejércitos privados. Años después, expandió su alcance a través de Frontier Services Group (FSG), una compañía con capital chino dedicada oficialmente a la logística y seguridad, pero que ha sido vinculada a la protección de minas e infraestructuras estratégicas en África, especialmente en la República Democrática del Congo y Sudán del Sur.
Más recientemente, en 2025, su nombre volvió a aparecer en Sudamérica, tras firmar un acuerdo de asesoría en seguridad con el Gobierno de Ecuador para fortalecer la lucha contra el narcotráfico y las bandas carcelarias. Varias fuentes aseguran que el contrato prevé entrenamiento táctico, inteligencia operativa y apoyo logístico a las fuerzas ecuatorianas, en medio de la crisis de violencia que azota al país.
En paralelo, Prince ha orbitado iniciativas más controvertidas, como el proyecto “Ya casi Venezuela” (2024–2025), una campaña digital que se presentó como un esfuerzo para “acelerar la liberación” del país y que utilizó su imagen como aval simbólico. La plataforma abrió un crowdfunding para financiar acciones no especificadas, lo que generó críticas por su opacidad y falta de transparencia. Aunque se insinuaba su participación, no se publicó ningún plan verificable ni se aclaró el grado de su involucramiento operativo o financiero.
A pesar de su historial polémico, Erik Prince sigue siendo un actor influyente en los círculos conservadores y de defensa de Washington, donde promueve la idea de que las empresas militares privadas pueden suplir el vacío de los Estados en contextos de guerra o colapso institucional. Sus aliados lo presentan como un visionario pragmático que propone soluciones eficaces ante la ineficiencia de las burocracias internacionales, mientras sus críticos lo ven como un mercenario moderno, dispuesto a operar en las sombras de la legalidad en nombre de la seguridad global.
Prince, sin embargo, parece moverse con comodidad en esa frontera gris entre lo militar, lo privado y lo ideológico. En sus propias palabras, recogidas por Vanity Fair, se define no como un contratista, sino como un “instrumento al servicio de Occidente”, convencido de que su modelo de guerra tercerizada es “el futuro inevitable del conflicto moderno”.
Blackwater founder, Erik Prince, asked Pope Leo to fund his private army to protect christians in Nigeria pic.twitter.com/X1uurRlctD
— Trad West (@trad_west_) October 7, 2025
Erik Prince es una figura influyente y controvertida en el ámbito de la seguridad internacional. Su trayectoria refleja cómo la guerra y la protección de civiles han pasado, en parte, de ser responsabilidades exclusivas de los Estados a incluir la participación de actores privados. Desde la creación de Blackwater hasta sus recientes contratos en África y América Latina, Prince ha intervenido en contextos donde los gobiernos enfrentan limitaciones para mantener el orden o garantizar la seguridad.
Su propuesta de financiar una fuerza privada para proteger a los cristianos en Nigeria pone de relieve la falta de respuesta internacional ante una crisis humanitaria persistente en el país. Aunque su iniciativa ha despertado críticas por sus posibles motivaciones y por el uso de contratistas privados en zonas de conflicto, también se enmarca en un debate más amplio sobre el papel de las empresas militares privadas en escenarios de violencia y fragilidad estatal.
Pese a las controversias que rodean su nombre -desde Irak hasta Haití-, Prince simboliza una realidad del siglo XXI: la creciente presencia de actores privados en cuestiones de seguridad y defensa, un fenómeno que plantea nuevos desafíos éticos, legales y políticos en el sistema internacional.