11/10/2025 - Edición Nº977

Internacionales

Promesa incumplida

Colombia: el programa estrella de Petro en crisis por demoras y burocracia

11/10/2025 | El programa estrella del gobierno colombiano se paraliza entre demoras, burocracia y desconfianza en los territorios donde la violencia no da tregua.



El proyecto Jóvenes en Paz, presentado por Gustavo Petro como una herramienta clave para reducir la violencia juvenil en Colombia, atraviesa una crisis silenciosa. En municipios como Buenaventura o Tumaco, donde la presencia del Estado es precaria, los beneficiarios denuncian meses de retrasos en los pagos, suspensión de contratos educativos y falta de comunicación oficial. Lo que nació como una apuesta por transformar vidas a través de la educación y la reinserción laboral, hoy se percibe como una promesa en pausa que erosiona la confianza en el gobierno.

El plan fue diseñado para ofrecer una alternativa a los jóvenes en riesgo de reclutamiento por grupos armados, con transferencias mensuales, capacitación y apoyo psicosocial. Pero los problemas administrativos han frenado su avance. En regiones con altos índices de violencia, las demoras equivalen a un retroceso tangible: cada semana sin ejecución refuerza la influencia de las bandas y el desencanto de quienes apostaron por la paz. Las historias de madres que esperan subsidios o de muchachos que abandonaron el programa se multiplican sin respuesta institucional.

Desconexión entre discurso y realidad

El discurso presidencial sobre la llamada "paz total" contrasta con la falta de coordinación entre ministerios y alcaldías. La iniciativa, que debía cubrir a 100.000 jóvenes, quedó entrampada entre trámites, auditorías y rotación de funcionarios. Los territorios más afectados por la violencia son, paradójicamente, los que menos acceso han tenido al programa. En Buenaventura, por ejemplo, las guarderías comunitarias y los talleres formativos cerraron en junio sin renovación contractual, dejando a cientos de participantes sin acompañamiento.

Las denuncias también incluyen irregularidades en la selección de beneficiarios y opacidad en los pagos, según informes de organizaciones locales. Desde el gobierno se insiste en que el programa sigue vigente, pero los hechos en terreno apuntan a una parálisis prolongada. Lo que debía ser un ejemplo de intervención social efectiva se ha convertido en un reflejo de las limitaciones estructurales del Estado colombiano para ejecutar políticas integrales en contextos de conflicto.

Erosión del capital simbólico

La crisis de Jóvenes en Paz no solo afecta a sus beneficiarios, sino también al capital político y moral del petrismo. La iniciativa había sido presentada como el rostro humano de su gobierno: una forma de reconciliar a los excluidos con el Estado. Su estancamiento, sin embargo, expone la distancia entre el ideario transformador y las capacidades operativas reales del aparato estatal. En los barrios donde los grupos armados reclutan adolescentes, el mensaje de la paz pierde fuerza frente a la eficacia del dinero fácil y la protección violenta.

En el fondo, el fracaso parcial del programa abre un debate sobre el modelo de implementación de las políticas sociales en territorios fragmentados. Si la paz total busca sustituir la lógica del fusil por la de la oportunidad, la experiencia de Jóvenes en Paz revela cuán frágil sigue siendo esa promesa. En Colombia, la violencia no solo se combate con voluntad, sino con gestión, presencia y credibilidad, tres pilares que el gobierno de Petro aún no logra consolidar.