
China ha dado un nuevo paso en su estrategia de control sobre las tierras raras, un recurso clave para la industria tecnológica y militar. El Ministerio de Comercio anunció la imposición de licencias obligatorias para exportar materiales, imanes y tecnologías vinculadas a su procesamiento. Las medidas afectan a compañías que dependen de estos insumos en sectores como energía renovable, defensa y fabricación de chips, generando preocupación en Washington y Bruselas.
El anuncio llega en medio de un contexto de rivalidad estratégica con Estados Unidos, que busca reducir su dependencia de la cadena de suministro china. Pekín, que controla más del 90% del procesamiento global de estos minerales, ha endurecido progresivamente sus políticas desde 2024, cuando aplicó las primeras restricciones tras los aranceles impuestos por el gobierno estadounidense. La nueva disposición incluye también una prohibición de cooperación tecnológica con firmas extranjeras sin aprobación estatal.
Las reacciones internacionales fueron inmediatas. En Europa, varios fabricantes de automóviles y turbinas eólicasreportaron riesgos de interrupción en la producción por falta de suministros. Algunos productores fuera de China han visto un aumento en la demanda, aunque a precios hasta 30% superiores. En India, el gobierno ha impulsado pruebas con motores eléctricos que no requieran imanes de tierras raras, intentando reducir la vulnerabilidad de su industria.
Mientras tanto, el G7 y la Unión Europea evalúan medidas coordinadas para diversificar la producción y establecer reservas estratégicas. Varios países del bloque estudian subsidios a la minería y procesamiento local, aunque los expertos advierten que alcanzar la escala de China requerirá años de inversión sostenida y cooperación público-privada.
Las nuevas restricciones reflejan cómo Pekín usa las materias primas como herramienta geopolítica. Al condicionar el acceso a recursos esenciales, China puede presionar a sus rivales sin recurrir a sanciones directas. Analistas interpretan la medida como un gesto de fuerza previo a una posible reunión entre Xi Jinping y Donald Trump, en la que podría discutirse la normalización comercial entre ambas potencias.
Sin embargo, el uso estratégico de estos recursos también implica riesgos para China. Un exceso de coercitividad podría acelerar la diversificación global y erosionar su dominio a largo plazo. Aun así, a corto plazo, el país mantiene una ventaja determinante: la capacidad industrial y la infraestructura tecnológica que sustentan su liderazgo mundial en tierras raras.
China aprueba nuevas restricciones sobre las tierras raras y las baterías de litio
— Guillermo | Inversor Bético (@inversorBetico) October 10, 2025
China, líder con el 80% de la producción global, limita exportaciones de tierras raras desde el 1 de noviembre de 2025, afectando elementos clave y tecnologías
Esenciales para vehículos… pic.twitter.com/XEn4yHmcaO
Las consecuencias del movimiento chino podrían extenderse a una nueva fase de competencia tecnológica global. Los semiconductores, los vehículos eléctricos y las energías limpias dependen en gran medida de estos minerales, lo que convierte a las restricciones en un potencial punto de fricción prolongado. Si las potencias occidentales no logran crear cadenas de suministro alternativas, podría consolidarse una asimetría estructural difícil de revertir.
La medida también anticipa una redefinición del comercio tecnológico mundial. En el mediano plazo, podría forzar a empresas occidentales a relocalizar producción o buscar alianzas con nuevos actores emergentes en Asia y América Latina. En cualquier escenario, la decisión de Pekín confirma que el control de los recursos estratégicos será una de las principales armas del siglo XXI.