
El triple narcofemicidio de Florencio Varela sumó en los últimos días tres testimonios clave que permitieron reconstruir buena parte del entramado que terminó con la vida de Morena Verdi (20), Brenda del Castillo (20) y Lara Gutiérrez (15). Las declaraciones de Sabrina Mara del Castillo, madre de una de las víctimas, y de los detenidos Celeste González Guerrero y Ariel Giménez, no solo confirmaron la brutalidad del hecho, sino que apuntaron a la existencia de una red narco que actuaba con total impunidad en el conurbano bonaerense.
“Todo empezó porque Lara supo algo que no debía. Se lo contó a un novio o a un ex, y a partir de ahí todo se complicó”, relató Sabrina del Castillo ante el fiscal Adrián Arribas. Según su testimonio, la adolescente habría descubierto información sensible sobre una disputa narco y, al compartirla, desató la furia de quienes controlaban el negocio. “Fue un narcofemicidio”, aseguró sin dudar. “Le hicieron eso porque tocó algo que no debía tocar”.
La mujer también reveló que, desde la muerte de su hija, su familia vive bajo amenazas. “Me dijeron que si no paraba esto, también iban a ir por Hanna”, denunció, en referencia a su otra hija. La Justicia dispuso custodia para protegerla. “Nos dijo que sentía temor y solicitó custodia”, confirmó el fiscal Arribas, quien reforzó la hipótesis de un ajuste de cuentas.
La noche del 19 de septiembre, las tres jóvenes creyeron que asistirían a una fiesta en la que recibirían 300 dólares cada una. Una camioneta blanca las pasó a buscar en La Matanza rumbo a Florencio Varela. Cinco días después, sus cuerpos fueron hallados enterrados en el patio de una vivienda del barrio Villa Vatteone. Las autopsias confirmaron que fueron torturadas, golpeadas y asesinadas con extrema violencia.
En su declaración, Celeste González Guerrero, una de las detenidas, aportó detalles escalofriantes y señaló a su pareja, Miguel Villanueva Silva, como el autor material de los homicidios. “Alguien pagó un millón de dólares para matar a las tres chicas”, afirmó ante el fiscal. Según explicó, el crimen se habría originado tras el robo de 30 kilos de cocaína pertenecientes a Víctor “El Duro” Sotacuro, con la participación de Julio “Pequeño J”, a quien mencionó como uno de los que dio las órdenes.
Celeste describió cómo las jóvenes llegaron a la casa engañadas: “Las chicas bajaron sonrientes, se las veía como engañadas, que venían a una fiesta”. Horas después, aseguró, su pareja regresó alterado y con una herida. “Vi que Miguel tenía uno de sus dedos sangrando. Me explicó que cuando una de las chicas quiso escapar, la mató con un destornillador y un vidrio”, declaró.
La detenida también relató lo que su pareja le contó sobre el destino de Lara: “Me dijo que le ordenó a Lara que si le hacía el amor al sujeto que tenía una Glock, a lo mejor vivía. Pero ese hombre respondió que igual se iba a morir, aunque no iba a sufrir como las otras”. Según sus palabras, “la asfixió y le puso la pierna en el estómago para matarla más rápido”.
El tercer testimonio clave fue el de Ariel Giménez, acusado de haber cavado el pozo donde fueron enterradas las tres víctimas. “Lo hice por droga y por plata”, reconoció ante la Justicia. A pesar de su intento de minimizar la participación, la fiscalía sostiene que su relato tiene contradicciones y que su intervención fue más activa de lo que admite.
Giménez aseguró que lo contrataron para “un trabajo” y que recibió $45.000, parte en efectivo y parte en estupefacientes, por cavar el pozo en el que luego ocultaron los cuerpos. “Entramos a la casa y me muestra tierra que estaba al lado de un pozo tapado completamente”, dijo. También reconoció que ayudó a mover una cama dentro de la vivienda, aunque insistió en que desconocía lo que iba a suceder.
Las tres declaraciones coincidieron en un punto: la muerte de las tres jóvenes fue consecuencia directa de una guerra narco por dinero y poder. Lara, la más joven, habría sido el blanco de la venganza. Morena y Brenda, sus amigas, quedaron atrapadas en una red criminal que las usó como mensaje.
Para el fiscal Arribas, las confesiones de los detenidos y el testimonio de Sabrina del Castillo consolidan una hipótesis que cada día cobra más fuerza: las chicas fueron ejecutadas por haber quedado en medio de una disputa entre bandas narco. Y, como dijo la madre de Morena, “se metieron en algo que no debían, pero jamás imaginaron que el precio sería la muerte”.