
Bajo la contundente premisa “Tiempo es Cerebro”, especialistas de la Sociedad Neurológica Argentina (SNA) advirtieron sobre el impacto creciente del Accidente Cerebrovascular (ACV), una de las mayores cargas sanitarias a nivel mundial y la cuarta causa de muerte en el país.
El mensaje clave de los neurólogos es que la atención ante un ACV es una urgencia "tiempo-dependiente": por cada minuto que pasa, se pierden aproximadamente dos millones de neuronas. En Argentina, la situación es crítica: se registran cerca de 55.000 primeros episodios cada año, con una incidencia superior al promedio mundial de la OMS. El ACV es la principal fuente de discapacidad adquirida en adultos.
Gabriel Persi (Vicepresidente de la SNA) explicó que el 85% de los casos son isquémicos (por obstrucción de una arteria) y el 15% restante, hemorrágicos. En ambos, la velocidad de la atención es determinante para reducir las secuelas.
El éxito del tratamiento, que utiliza fármacos trombolíticos, depende de iniciarse dentro de una ventana de 4.5 horas desde el inicio de los síntomas.
Pablo Ioli (presidente de la SNA) destacó la recompensa de la rapidez: “Cada 15 minutos ganados en el inicio del tratamiento se traducen en un 4% menos de mortalidad y un 4% más de probabilidades de sobrevivir sin secuelas significativas.”
Los especialistas insisten en la necesidad de llamar de inmediato al servicio de emergencia si se detectan síntomas como:
La efectividad del tratamiento depende de una cadena de atención sólida. El desafío actual para el sistema de salud es la coordinación, que incluye:
El equipo médico debe ser avisado de la llegada de un paciente con sospecha de ACV antes de que este arribe.
La existencia de guías claras para reducir el "tiempo puerta-aguja" (tiempo desde el ingreso hasta el tratamiento).
Los hospitales deben coordinar la derivación entre centros primarios (que brindan trombolíticos) y centros integrales (que pueden realizar trombectomía mecánica).
Los especialistas concluyeron que la concientización social sobre los síntomas es el primer pilar para salvar vidas, seguido por la capacitación profesional y la planificación sanitaria para optimizar los recursos disponibles, como ya ocurre en experiencias exitosas en CABA, Córdoba, Mendoza y Mar del Plata.