La política francesa atraviesa uno de los capítulos más turbulentos de los últimos años. Tras días de incertidumbre y renuncias en cadena, el presidente Emmanuel Macron volvió a apostar por Sébastien Lecornu como primer ministro, encargándole la formación de un nuevo gabinete capaz de sostener la gobernabilidad y encauzar el rumbo económico.
La recomposición llega después de un mes de crisis institucional que puso en jaque la continuidad del Ejecutivo. Lecornu había dimitido apenas horas después de anunciar su primer equipo, pero fue convocado nuevamente por Macron para encabezar una segunda versión del gobierno, más técnica y negociadora.

El nuevo elenco combina figuras de experiencia con perfiles moderados, en un intento por contener las tensiones entre los bloques parlamentarios. Roland Lescure fue ratificado al frente de Finanzas, clave en la negociación del presupuesto 2026, mientras Catherine Vautrin pasó a Defensa y Laurent Nuñez asumió como ministro de Interior. Jean-Noël Barrot, cercano al presidente, mantiene el mando en Exteriores.
La renovación ministerial busca enviar un mensaje de estabilidad a los mercados y a una ciudadanía cansada de la parálisis política. Sin embargo, la falta de mayoría en la Asamblea Nacional convierte cada sesión en una pulseada incierta: Macron necesita apoyos puntuales para aprobar leyes, en un Congreso donde ni la izquierda del Nuevo Frente Popular ni la extrema derecha de Agrupación Nacional muestran disposición al diálogo.
El mandatario intenta relanzar su presidencia sin ceder la iniciativa. Desde que perdió la mayoría absoluta en 2024, gobierna a base de compromisos temporales y amenazas veladas de disolver el Parlamento, una opción que por ahora parece lejana pero nunca descartada. La oposición, mientras tanto, prepara nuevas mociones de censura contra Lecornu, que podrían complicar aún más su margen de maniobra.

Fuentes políticas en París describen este nuevo gabinete como un “gobierno de supervivencia”, diseñado para evitar el colapso antes de las elecciones europeas de 2026 y ganar tiempo frente a la fatiga ciudadana y la fragmentación partidaria.
Un nuevo sondeo del Instituto Francés de Opinión Pública (IFOP) sitúa al bloque de Marine Le Pen y Jordan Bardella cerca del 40 % de intención de voto, frente al 13-14 % del espacio presidencial. Analistas locales califican este avance de la Agrupación Nacional y sus aliados como “un terremoto político sin precedentes” en la historia reciente de Francia. El dato alimenta el clima de fragilidad que rodea al gobierno y pone en duda la capacidad del macronismo de conservar influencia más allá de 2027.
El ascenso sostenido de Marine Le Pen y Jordan Bardella marca un cambio histórico en el equilibrio político francés y anticipa un nuevo escenario de poder.Más allá del cálculo político, la tarea inmediata será aprobar el presupuesto sin recurrir al artículo 49.3 de la Constitución, que permite imponer leyes sin voto parlamentario. Macron sabe que su legitimidad depende de recuperar la imagen de diálogo y liderazgo que lo llevó al Elíseo en 2017.
En la Quinta República, ningún presidente había enfrentado una sucesión tan rápida de gabinetes en tan poco tiempo. La reconfiguración actual es, en los hechos, un intento de salvar un proyecto político que sobrevive más por reflejo que por entusiasmo. Mientras París busca estabilidad, el resto de Europa observa con atención: lo que ocurra en los próximos meses será decisivo para el equilibrio político del continente y para el futuro del macronismo.