
Actor, productor y comediante por naturaleza, Leo Orowitz repasó en diálogo en El Living de NewsDigitales una carrera que atraviesa televisión, teatro, publicidad y vida cotidiana con la misma entrega.
Desde su recordada participación en Ricos y Famosos hasta la mítica publicidad de la Caja Vengadora de Cindor, pasando por años de escenarios y giras, el artista sigue fiel a su esencia: “Arriba del escenario respiro”.
Orowitz lleva más de tres décadas actuando, produciendo y dirigiendo. Pero cuando habla del teatro, lo hace con una devoción casi espiritual. “El escenario es lo que más disfruto. Es el único lugar donde respirás, donde te cuidan, donde están tus ángeles”, confiesa.
Actualmente brilla en la obra “Appstinencia”, una comedia que reúne distintas generaciones sobre las tablas y reflexiona -con humor y ternura- sobre la dependencia al celular. “Somos cinco personajes que dejamos el teléfono por siete meses. Mi personaje es el que lo defiende, pero con toques raros que después se entienden. La gente se identifica mucho porque es una historia muy de estos tiempos”, nos cuenta.
Para Orowitz, el teatro no solo entretiene: “Es una herramienta para abrir mentes, tanto para el actor como para el espectador. El escenario es político. Todo lo que hacemos ahí enseña”.
Aunque trabajó en distintos géneros, Leo Orowitz siempre volvió al humor. No por estrategia, sino por necesidad vital: “Yo puedo estar haciendo un drama y la gente igual se ríe. porque hace 30 años que hago teatro y nunca me vieron hacer un drama”.
A modo de estilo de vida, expuso: “Me parece que en la vida hay que reírse, no nos queda otra”; y cuenta que ese sentido del humor lo acompañó incluso en los momentos más difíciles. “Perdí a mi vieja hace poco y fue muy duro. Pero el humor te salva. No es reírse de todo, es poder seguir respirando.”
Se formó con maestros del oficio como Ana Maestroni, Alfredo Sema, Mauricio Kartún y Tony Lestingi, de quien aprendió el clown. “Ahí nació mi historia con el humor”, cuenta. Y recuerda con cariño a quienes lo marcaron: “Tincho Zavala me enseñó que el secreto del actor es terminar la función e ir a comer con el elenco. El teatro es familia. Siempre.”
Entre sus múltiples obras, La Pulga en la Oreja ocupa un lugar central en su historia. Duró 13 años y 16 temporadas, recorrió escenarios del país y le dio algunas de sus experiencias más conmovedoras.
“Una vez vino una mujer con Parkinson. Su esposo me dijo al final: ‘Durante las dos horas de función no tembló’. Eso me marcó. Ahí entendí que la risa también cura”.
Con su característico humor, recuerda: “Yo no soy egoísta arriba del escenario. Si un compañero brilla, lo dejo brillar. No sabés quién puede estar viéndolo y descubrirlo. El teatro es compartir, no competir.”
Orowitz se hizo conocido para el gran público en la televisión, primero con un papel en Ricos y Famosos y luego por la célebre publicidad de Cindor, donde protagonizó “la caja vengadora”. “Yo sufría de vértigo y me colgaron de un puente con un cablecito. Y la gente pasaba y me gritaba ‘¡Matate, gordo!’. Esa es Argentina: si no sos conocido, te matan. Si te conocen, te aplauden.”
A lo largo de su carrera también pasó por Casados con hijos, Mujeres asesinas, Casi Ángeles, Reverendas, y compartió escenario con figuras como Carmen Barbieri, Nito Artaza y Guillermo Francella.
“El teatro debe ser popular. Hay que dar oportunidades, abrir las puertas a los que vienen. Yo no pido favores, pero sí creo que hay que sostener la ficción nacional. El Estado tiene que estar para que las historias sigan vivas.”
Con humor y honestidad, Orowitz admite que muchas veces postergó sus propios proyectos por priorizar a otros: “Peleé por mucha gente que no se lo merecía. Ahora apuesto por mí. El año que viene haremos una comedia de terror, con hombres lobo, momias y mucho humor. Hay que animarse a lo distinto.”
En su casa, dice, guarda todos los programas de las obras que hizo desde 1994 y recuerdos de amigos y maestros. “Mi casa tiene pasto en el techo. Es mi refugio, como el teatro. Es donde me siento bien.”
Sobre el futuro del arte, es claro: “Hay que generar ficción, abrir salas, enseñar buenos hábitos. Que los estudiantes puedan entrar al teatro. Que la cultura no sea un lujo. Porque la risa, el teatro, la emoción… eso también es alimento.”