Egipto dio a conocer un ambicioso plan para relanzar su industria petrolera, que prevé la perforación de 480 pozos durante los próximos cinco años con una inversión estimada en 5.700 millones de dólares. Con este proyecto, el gobierno busca frenar la merma en la producción nacional de crudo, reducir la dependencia energética externa y consolidar su posición como actor relevante en el mercado regional de hidrocarburos.
Según el Ministerio de Petróleo y Recursos Minerales, la primera etapa comenzará en 2026 con la excavación de más de un centenar de pozos distribuidos en el desierto occidental, el Golfo de Suez y la costa mediterránea. Para ello, El Cairo firmó acuerdos con compañías internacionales como Eni y BP, que aportarán tecnología de exploración avanzada y experiencia en perforaciones marinas profundas. Estas alianzas buscan también atraer capital extranjero en un contexto económico complejo, marcado por la inflación y la presión sobre las reservas de divisas.

La apuesta no solo tiene un componente económico, sino también estratégico. Egipto aspira a recuperar la autosuficiencia energética que supo tener en décadas pasadas, cuando el petróleo constituía uno de los pilares de su desarrollo nacional. En los últimos años, sin embargo, la producción se redujo por el agotamiento de yacimientos maduros, lo que obligó al país a importar combustibles y gas natural para cubrir su demanda interna. El gobierno considera que el nuevo programa permitirá compensar esa caída y aumentar el flujo de exportaciones, especialmente hacia Europa, donde la búsqueda de fuentes alternativas tras la guerra en Ucrania abrió oportunidades para nuevos proveedores.
Históricamente, el petróleo ha desempeñado un papel central en la economía egipcia desde mediados del siglo XX. Los primeros grandes descubrimientos en el desierto occidental y el Golfo de Suez transformaron al país en un exportador relevante, pero el paso del tiempo y la falta de modernización tecnológica fueron minando esa capacidad. Hoy, el desafío consiste en explorar áreas aún poco desarrolladas, donde el potencial geológico sigue siendo alto pero las condiciones técnicas son mucho más exigentes.

Los analistas coinciden en que el éxito del plan dependerá de la estabilidad política y de la capacidad del Estado para ofrecer condiciones atractivas a las empresas extranjeras. La perforación en aguas profundas y zonas remotas implica altos costos de operación, riesgos ambientales y largos plazos de recuperación de la inversión, factores que podrían verse afectados si los precios internacionales del crudo caen por debajo de los niveles actuales.
Aun así, el gobierno egipcio considera que el proyecto marcará un punto de inflexión para el país, tanto por su potencial económico como por su valor simbólico. En un contexto global de transición energética, Egipto busca equilibrar la expansión petrolera con políticas de desarrollo sostenible, mejorando la infraestructura social y energética, y sentando las bases para una diversificación futura que le permita aprovechar tanto sus recursos fósiles como las energías renovables.