
La escena fue clara: Bruno Henrique, delantero de Flamengo, se dirigió a la tribuna de Estudiantes tras el triunfo por penales en la Copa Libertadores y realizó gestos obscenos, tocándose los genitales en señal de burla. La grosera acción, registrada por las cámaras y viralizada en redes, generó repudio inmediato. Pero la sanción fue mínima: USD 25.000 de multa y una advertencia formal. Nada más.
La CONMEBOL decidió no suspender al jugador, que podrá disputar la semifinal ante Racing. La sanción se aplicará sobre los ingresos del club por derechos televisivos o patrocinio, sin impacto deportivo.
La pregunta que surge es incómoda pero necesaria: ¿y si el gesto hubiera sido racista? ¿O xenófobo? ¿O dirigido a una minoría? ¿La sanción sería la misma? En otros casos, gestos discriminatorios han derivado en suspensiones, cursos obligatorios o exclusión de torneos. ¿Por qué no se aplica el mismo rigor ante una provocación obscena que incita a la violencia simbólica?
El gesto de Bruno Henrique no fue espontáneo ni privado. Fue público y dirigido hacia espectadores que pagaron una entrada. En un contexto de alta tensión, con hinchadas que viven el fútbol como intensidad, la provocación no es menor. La sanción, en cambio, sí lo fue.
Los gestos de Bruno Henrique a la hinchada de Estudiantes 😯
— Diario Olé (@DiarioOle) September 26, 2025
Tras la clasificación de Flamengo, así reaccionó el delantero pic.twitter.com/zMaHOkYLBa
Flamengo avanza y tiene el privilegio de contar con un jugador que se salió de las normas, pero el debate queda abierto: ¿hay gestos que pesan más que otros? ¿Y si el destinatario fuera distinto, la CONMEBOL actuaría igual?