
La sátira, la ironía, el sarcasmo. Todas herramientas que forman parte del repertorio cómico de Ariel Winograd a la hora de encarar sus proyectos y que se vio en cada una de las producciones que hizo y vio la luz. Porque podemos pensar en su primera película, Cara de queso (en el 2006) o en los trabajos más recientes que para él conforman un multiverso, como Coppola y Menem.
Si alguien le supo tomar el tiempo a la risa, ese es Ariel Winograd. Capaz de hacer una biopic como la de El robo del siglo centrada en el atraco al Banco Río de hace casi dos décadas, o una película centrada en un asalto ficticio como Vino para robar. De eso y mucho más hablamos con Ariel en su paso por El living de NewsDigitales, donde entre varias cosas, contó que ya está pensando en nuevos capítulos para Menem.
-Alguna vez le escuché decir al Pato Galván que sos nuestro Judd Apatow... ¿Siempre fuiste así de verle el humor o la cosa graciosa a las cosas?
-Lo de Apatow para mí es hermoso porque obviamente es un director, productor, que para mí redefinió o marcó un camino para la nueva comedia americana. Si vos te vas para atrás y ves desde donde participaba como guionista hasta Freak and Geeks que fue su primera serie, que se la clavaron, no la pudieron terminar, pero ves los capítulos y cada uno está hablando como de temas que después los explora en sus películas, tanto como director, como como productor. Y digamos, a mí hay algo en lo en lo personal también que me fue sucediendo con las películas que fui haciendo, que eran temas que uno va explorando y que le van pasando. Siempre tengo como una cosa muy marcada que sucedió en toda esta época de que fue Sin hijos, Permitidos, Mamá se fue de viaje y Hoy se arregla el mundo que, además de ser medio pegaditas, fueron creciendo conmigo. No podría haber hecho Sin hijos, sin tener hijos, sin entender realmente los conflictos emocionales de los personajes para actuar. Podés ver un guión y decís, “al personaje le pasa esto”. Pero después para mí está la esencia de “por qué le está pasando esto al personaje”. Y esos motores, esos disparadores que hacen que funcionen mejor las cosas, sí tiene algo que ver que voy creciendo con las películas y con las cosas que hago. O voy retrocediendo, tal vez. Yendo a los 90 también, pero siempre hay algo sí siento que lo sigo manteniendo y espero mantenerlo toda la vida, que es tomarme las cosas de una manera muy personal, digamos, de meterme de lleno y de todo el tiempo preguntar. Siempre digo lo mismo que es cagar a trompadas al guión, ¿viste? Sacarle lo máximo y decir “a ver esta escena, por qué estamos filmando esta escena y qué le pasa al personaje. ¿No hay una escena mejor?”. Te vas obsesionando con cada una de las escenas e inclusive cuando está filmando decir “por qué no está funcionando, a ver qué es lo que le pasa al personaje”. Ahí después te das cuenta al final en el montaje cuando las escenas quedaron vivas es porque tienen esa cosa personal de involucramiento de todos los que estamos haciendo.
-Cambió muchísimo el humor del 2006, de la primera peli que hiciste hasta acá. Cuando hiciste Menem o Coppola, los hiciste con los ojos de… “son los 90 y los 90 se vivieron así”. ¿Tuviste que adaptar tu sentido del humor?
-No, al contrario, porque ahí al tener el caparazón de los 90 tiene una justificación que en cierta manera te permitía hacer ciertos chistes o hablar de ciertas cosas que para los 90 eran válidas. Entonces, sí fue como que, “che, bueno, pero pará en los 90 no se estaba juzgando esto”, los personajes hablaban así, los chistes eran estos, las formas eran éstas y ahí sí, tanto en Coppola como en Menem quisimos ser muy fieles con eso. Y eso fue interesante también y buenísimo porque hubo muchas discusiones, pero no discusiones malas, sino de buenas discusiones y charlas tanto con con las chicas de Disney como con Prime Video porque están los departamentos de compliance en las plataformas. Y era, “esto se puede, esto no”. Ahí hay una clave de trabajo en conjunto con las plataformas y que el compromiso sea de involucramiento muy profundo con los proyectos. Porque te llegan los compliance y decís, "Che, pero pará, a ver, esto esto pasaba en los 90, ¿cómo hacemos para no hablar de esto que ahora tal vez no está bien visto o está mal directamente o no se puede hacer o no se hace y en esa época era parte de un capítulo?”. Bueno, ahí está también la creatividad del guión y de ir acomodando. Pero sí, para mí también es interesante analizar esas series y decir, "Mirá, cómo éramos como sociedad". No juzgándolo, sino como diciendo diciendo, "Wow, boludo, qué evolución”.
-Abriste la puerta al pasado a la hora de reconstruir los 90, ¿qué es lo más difícil?
El laburo más fuerte es un laburo de la ambientación. Vos empezás con la construcción conceptual de “a ver cómo nos metemos en ese mundo”. Pasa por, de pronto que estás filmando y pasa un colectivo. Tenés que cortar, buscar los autos, entonces si tenés una escena en exterior, bueno, tenés que primero buscar una fachada que sea de la época, que no es difícil, pero tenés que cortar la calle, tenés que buscar los autos, hay un juego ahí y un gran trabajo de Nati Mendiburu, Julián Rugolo, en Pili González, en Menem. Pero con Nati que fue la directora de arte de las dos series… trabajé con el mismo equipo, que eso para mí fue un plus porque más allá de que se cambiaron algunos roles, los fotógrafos fueron diferentes, pero la base del equipo fue la misma. Entonces fue como un continuado, Coppola-Menem.
-Es que se siente.
-Claro, es el multiverso conectado. Todo por Agustín Sullivan (risas). Eso también termina entrando en un juego que es ambientación, pero también es vestuario, pero también es peinado y maquillaje. Y también a partir de ahí, cuando los actores entran a las locaciones, decís, "Che, pará, ya estoy viajando. Ya no estoy en el tiempo actual”. En cierta manera, para mí es un juego inmersivo que invito también a todos a jugar los que le estamos haciendo y a los actores que de pronto vean, llegan y dicen, "Che, mirá, este vaso, mirá esto". Que vos ves que el set… o sea, tenés hasta los papeles, que está todo construido para la ambientación del lugar. Entras en esa. Y mucho cigarrillo (risas). Esa es como la clave total: que esté fumando la gente.
Y es muy loco. El otro día justo leí que las mejores fotos sacadas de los deportes se ven muy bien porque la gente fumaba. Hay una de Mohamed Ali, una puntual de una pelea que se ve increíble y es porque hay humo de pucho. Y es verdad que es más cinematográfico, es muy loco.
-¿Gracias a Coppola existe Menem o hubo coincidencia de que te tocaron dos proyectos en los 90?
-Coincidencia absoluta, es increíble. Siento que Coppola es el hermano menor de Menem, pero por una cuestión de cómo se filmaron, que primero se filmó una y después la otra y siempre tuve en mi cabeza la idea de conectarlas, digamos, que las ves juntas, aunque sean de dos plataformas diferentes y digas, “che, están dialogando”.
-¿Hay easter eggs?
-Bueno, sí. Agustín Sullivan es el que hace de Menem Junior en Coppola y en Menem. Eso es hermoso. Después sí, los pavos reales, hay un par de elementos, en las dos hay robots que en esa época nos quedamos como muy copados, creo que era, ¿cuál era? La Rocky…
-Rocky 4...
-Que le regalan un robot… Entonces decíamos, bueno, acá en los 90, ¿cuál es el mejor regalo que comprabas Internacional? Bueno, un robot. Y es el mismo robot. Ahí la genialidad del equipo de utilería. Pero bueno… por ejemplo, cuando llegó el ladrillo de Movicom era como, expliquemos qué es “el ladrillo”. A partir de ahí nace la idea de hacer el unboxing de las cosas. Como que hubo una cosa muy lúdica de decir, "Che, probemos esto”.
Y el montaje tuvo lo mismo. Monté con el mismo equipo, Andres Quaranta y su equipo. A pesar de que son dos narrativas diferentes tienen eso conectado. Yo quería, pero al final eso no se pudo, que en Menem, en la fiesta de la Quinta de Olivos, Olegario, que es Juan Minujín, hacer como una fiesta de disfraces y que Juan vaya disfrazado de Guillote, pero con una peluca toda triste y no se pudo. Después también quería que quería que Leo haga haga de Menem en Coppola y ahí ya…
-¿Eso fueron las plataformas?
-Leo me dijo, "boludo, yo voy, dale". Aparte, también, es el mismo equipo de maquillaje. Loli Gimenez y Marquitos, como una clave y que también fue de mucha experimentación. Ahora para la temporada dos de Coppola, hicimos el Coppola de 80 años y es impresionante.
-¿Sigue siendo Juan?
-Sí, todo Juan. Y en Menem, llegar a la construcción de Leo, de Menem... cuando dijimos, "Che, que sea Leo", me dijeron, "Dale, boludo"...
-Eso te iba a preguntar, ¿dónde ves a Menem en Sbaraglia? Porque nada que ver…
-Vi ahí la esencia… es decir, “este loco puede hacer cualquier cosa”. Digamos, “este está loco de verdad”. Estábamos filmando El gerente, yo ya había hecho con él Hoy se arregla el mundo. Habíamos tenido una re linda experiencia con Hoy se arregla el mundo, así nos habíamos conocido, pero… Nos habíamos conocido, en verdad, con Leo hace mil años que queríamos filmar juntos y nunca se dio. Siempre había muy buena onda. Y en Hoy se arregla el mundo fue una experiencia muy linda, pero también al haber un chicos siempre es todo el rodaje para que funcione bien el chico. Pero dije, "qué buena onda". Y en El gerente entramos con Leo en la construcción de ese personaje que era un poco su abuelo, era un poco mi papá. Ahí, dije, "Uy, boludo, este pibe”... comíamos y seguía con el personaje. Y un día ahí le dije: "¿querés hacer de Menem?" Así. "Sí.", me dijo. “¿Seguro?”, y me dijo que sí, listo.
-¿No tuviste que venderle nada? ¿Ni de qué iba?
-Nada, nada de nada. Leo es una persona que le encantan los desafíos y esto era meternos en una… Fue mucha prueba de maquillaje, mucha prueba interna de él, de estudiar, de estudiar. Lo que pasó en ese rodaje fue algo que a mí nunca me había pasado en la vida de estar tan adentro el personaje, que Leo no era más Leo. O sea, suena así como “che, este pibe está re loco”, pero digo de la actuación tan pura que desaparece la persona y entra el personaje. Después había que sacarlo de ahí. Pero bueno, ese era otro problema. Fueron 9 semanas de rodaje.
-¿Te esperabas el boom que tuvo?
-A ver. Nosotros sabíamos que es un tema que por lo menos va a llamar la atención como primer check. Cuando empezamos el rodaje fue un rodaje muy poderoso, muy fuerte. Pasaron cosas que no habían pasado nunca, de decir, "estamos haciendo algo que está zarpado". Y cuando la montaba, sentimos que teníamos algo que iba a ser diferente. Después nunca sabés. Pero sí sabíamos que teníamos algo, que estamos jugando con el género, que tenía muchas capas, que tenía muchas ideas, sabíamos eso. Después obviamente, lo que pasó nunca te… sería muy soberbio. Uno quiere que todo lo que haga le vaya a recontra bien y después nunca sabés. Me pasó, que también me pasó con Coppola, que dije, "Yo me la juego". ¿Viste? Con Coppola fue lo mismo, fue un tiro. “Quiero hacer esta estética, ir por este lado. Vamos a ver qué pasa”. El tiro de Coppola funcionó.
Porque había como un… me acuerdo de todo… “¿Una serie de Coppola? ¿Para qué? ¿Cómo la van a contar? ¿Qué van a contar?”. Y tiene mucha libertad la serie en la forma de narrarse. Salió Coppola, funcionó el tiro y dije, "Bueno, qué bueno, porque Menem tiene la misma gente con la que hicimos Coppola, entonces ya tenemos como un aprendizaje".
-Pero con Coppola creo que lo que pasaba era que desde las anécdotas ya es un personaje. Pero, ¿con Menem no te dio una cosita? Hacer una sátira de un contexto súper complejo con un personaje súper interesante.
-Era otro equipo de guionistas, tenía otra trama, obviamente… es otra trama y otro guión también y otro tono… o sea, tiene un mismo tono y no tanto, porque, claramente lo de Coppola es más juego en un punto. Menem tiene un arco que empieza bien y termina mal. Está pensado casi como un arco de una película. Termina con el personaje quitándose la máscara y viendo quién es realmente. Hay algo ahí a partir del aprendizaje de todo lo que le sucede. Son esas cosas que confiás. ¿Viste? Que decís, “bueno, si le pifié, fui por acá, qué sé yo”. No pensé mucho tampoco todo eso que me decís porque si te lo ponés a pensar…
-Te abruma…
-Te abruma. Sí lo que decíamos todo el tiempo y que nos gustaba la idea… para mí lo importante era que llegue. Me hubiera querido matar si no se entendía lo que quise hacer. Y creo que se entendió. Como, el juego de “te voy llevando y no voy a contar la historia de verdad”, que ahí también un poco fue, como ejemplo, no para compararnos ni en pedo, pero lo que hizo Quentin Tarantino en Bastardos sin gloria, de decir, “para el libro de historia, bueno, está la historia, esto es una ficción”. Entonces, como ficción juguemos, contemos desde otro lugar y eso también nos dio mucha libertad. A veces ciertas restricciones te dan libertad. Con Coppola teníamos un tema de que no se podía ver a Maradona. Y eso narrativamente terminó sirviendo para jugar fuera de campo y eso hace que se construya mucho mejor la historia y que te concentres mejor en Coppola.
Ahí a veces hay ciertas cosas que aparecen que van diciendo, "esto no, esto no, esto no se puede, no nos metamos por acá", que terminan siendo beneficiosas para el proyecto, porque te hacen pensar más y decir, "Bueno, pero cómo lo cuento". Y que a veces está bueno no contar todo tan directamente.
-A la hora de construir a Menem, porque para mí hay un par de claves, el “necito”...
-Es hermoso.
-¿Cómo surge eso?
-No, eso fue todo de Leo. Yo tengo kilómetros de podcast de audios de Leo, que yo creo que se debe haber visto todo video que haya dando vuelta de Menem en YouTube, absolutamente todo y fue como, de vuelta, se lo estudió al tipo. No era como “che, veo una entrevista y le robo algo”. Se lo estudió de verdad…
-Lo gestual es increíble.
-Lo compuso. Incluso también nos pasaba… un par de días de rodaje… hubo uno puntualmente que fue uno de los primeros que a mí me agarró la cabeza que dije “che, boludo, pará esto esto está mal”. Estaba así con Mariano Varela, el productor al lado, estábamos juntos, yo estaba con el monitorcito y yo le digo: “Boludo, estoy viendo a Menem”. Y tengo que marcarlo… ¿voy y le digo Carlos? En mi cabeza era… “¿le digo Carlos? No. ¿Leo”... Me explotó la cabeza porque el nivel de concentración era tal que digo, Leo llegaba y te saludaba a todos como si fuera presidente. Entonces dijimos, bueno, ¿jugamos todos? Ese fue el tema. Con Griselda Siciliani también, Griselda con el personaje de Zulema, era impresionante, llegaba y no estaban los personajes en ese punto y ahí hubo también un juego… eso también detecté y aprendí, que el vestuario, la peluca, la locación, la ambientación, terminan siendo como los disfraces de superhéroes que para los actores les funciona como un caparazón y los contiene. Y al contenerlos y no verse ellos pueden jugar más. Casi como de chiquito jugando a jugar un juego.
-¿Va a haber una segunda temporada? ¿Está charlado? Porque queda ahí como no resuelto…
-Sí, no sé si… estamos trabajando en una segunda temporada.
-¿En qué instancia?
-Terminando de ordenar. Viste que los procesos son largos, llevan sus tiempos, o sea, la serie tuvo unos números impresionantes, que más allá de los números de lo que pasó como tema… no me había pasado que me agarraron periodistas de espectáculo y me dijeron, "Gracias a la serie hace tres semanas que estamos hablando…" ¿Entendés?
Hacés algo y por ahí queda dentro del ámbito del espectáculo. Con Coppola también había pasado, pero no tanto, pero con Menem, era tema total. La gente de Prime Video está superfeliz y estamos todos muy felices por la experiencia. Mismo los actores. Estamos ahí tratando de de armar una una segunda temporada, a ver si se se logra.
-Por ahora está como en la instancia de ideas…
-Digamos. Digamos que sí. Para confirmar confirmar, tienen que pasar muchas cosas, pero que estamos en el proceso de…
-Las discusiones.
-Sí, sí.
-Ya se reunieron, están charlando.
-Ojalá que se dé, se tienen que terminar de acomodar algunas cosas de tiempos y obviamente, para mí eso es como lo más importante. De vuelta: acá para mí hay una clave de...,¿viste cuando se habla de las plataformas? Las plataformas son personas, al final son personas. El trabajo es en conjunto con ellos, y tuve la suerte hasta ahora que todos los proyectos que me involucre trabajo con gente, también tienen el mismo nivel de compromiso. Entonces, es como decir, "Che, bueno, pasemos la segunda temporada, sí, pero pará, tiene que estar buenísima, no vamos a una segunda temporada porque le fue bien”.
Eso es como para mí algo que con Coppola se logró en la segunda temporada, por ejemplo, de llegar unos guiones que dijimos, "bueno que la supera”. O que por lo menos diga, "che, no estás robando”. Prefiero que quede como una y chau.
-Con Coppola ya tiene una segunda temporada, suponemos que la veremos en breve. ¿Qué podés contar?
-Es Coppola más Coppola que nunca, digamos. Filmar una segunda temporada tiene algo hermoso, sí había hecho, pero no con un personaje así como Coppola, que conocés tanto ya el personaje que empiezan a jugar otras cosas. Y la segunda temporada lo que tiene es que viene hasta la actualidad. Entonces Juan hace cinco Coppolas y es espectacular lo que hace. Ahora es una reloaded, digamos.
-¿Lo volvieron a sentar a Guillermo para sacarle más info o usaron quizás entrevistas de preproducción de la primera?
-No, con Guillermo siempre mantuvimos el contacto. Guillermo en esta temporada también, como en la uno, nos ayudó con autorizaciones, “necesitamos esto, lo otro”. Un personaje de otro planeta también.
-Me tocó entrevistarlo y te cuenta 40 anécdotas en 5 segundos…
-Sí, y nunca sabés si es verdad o no. Eso es lo hermoso del personaje, que no importa. Es lo que aprendimos también.
-¿Algún cameo de Guillermo? ¿Le propusieron algo?
-Sorpresa. Porque después vuela, no sale, después, me dice, "Arielito, me sacaste, Arielito. ¿Por qué me sacaste?" (risas).
-Para ir cerrando, te quiero preguntar sobre dos sueños que están dando vueltas. El primero Hollywood, dirigir afuera. Hace 15 años quizás era una locura. ¿Qué tan cerca o lejos está?
-No, a ver, la palabra “Hollywood” es como decir, ya quedó…
-Sí, de dirigir afuera…
-Sí, es de hacer una película en inglés, hacer una comedia. Me encantaría hacer una comedia con Adam Sandler, con Seth Rogen... Bueno, Seth Rogen ya con The studio dio vuelta todo. Es una locura. Cada capítulo se va poniendo desde la narrativa.
-Es una clase de cine cada capítulo.
-Es impresionante sonoramente de puesta de cámara, de actuación, los temas… Todo el capítulo de Ted Sarandos (CEO de Netflix) es así como…
-Yo no sé cómo se prestó Ted Sarandos…
-Le mandó un mail. Dijo, "Che, querés hacer de Ted Sarandos”. Cuando entendés también toda la linterna de que el chabón se exponga a eso y que diga, "Che, ¿cómo haces para que te nombren? Lo pongo en el contrato”. Ya está, entendió todo. Pero bueno, digamos, la verdad que uno va intentando, va probando. Tuve una posibilidad con un proyecto que al final no se terminó dando. Yo encantado, me encantaría que suceda en algún momento. No es que estoy en tratativa con tres guiones, ojalá, ni en pedo.
-Pero, ¿llegaste a cruzar mails con algún productor?
-Tuve algunas charlas con productores de allá, de proyectos puntuales, pero nada que avanzó lamentablemente, pero va a suceder. Es una cuestión de tiempo. A veces lo pienso y siempre lo charlo con Fede Cantini que es mi mejor amigo, que es el fotógrafo de Coppola que vive en Estados Unidos, que es el fotógrafo de Flaming Hot, la película de Eva Longoria, ahora hizo Dora, hizo varias películas grandes allá… y es que también hay que tener un guion.
-¿Tenés alguna idea dando vuelta?
-Sí, hay cosas, pero es tener un guion cerrado y decís "quiero este para esta persona". Y ahí la podés armar. Hay que sentarse y laburar.
-La segunda es Ricardo Fort. ¿Hay algo ahí dando vueltas como más cerca?
-No, de Ricardo Fort nada. Hubo hace millones de años, pero millones de años. Antes de Menem, antes de Coppola, yo estaba muy copado me parecía un personaje muy interesante para explorar y después hicieron ese documental. Después no hubo. Creo que sigue siendo y lo va a ser, es un personaje de un nivel de análisis muy fuerte. Es muy cercano también de a nivel tiempo. Pero, no es que tengo como ahora, “che, quiero hacerlo”. Y en su momento estaba re cebado. Son cosas que a veces fluyen y a veces no. Pero creo que en algún momento lo retomaría o lo intentaría porque me parece que es un personaje que merece su biopic. Igual ya quedé medio como el chabón de las biopics.
-Bueno, pero convive en ese multiverso que decías de Coppola, de Menem…
-Es loco porque es un multiverso de los 90, pero en el 2017, 2018… él no es de los 90. Él volvió a traer los 90. Hay algo interesante también en revisitar ciertas historias que pasaron. Para mí ahí está también un poco la clave. El personaje de biopic puede haber miles, el tema es como la contás y que haya una historia abajo más allá de la historia. Después hay miles de personas que tuvieron vidas interesantísimas.
-Pero me parece que es una oración la biopic, después vos en base a eso construís la fantasía.
Todo, absolutamente y es casi para justificar, para contar. Fer Ramondo que también trabaja ahí siempre me decía que Coppola no es el representante de Maradona, sino el representante de los 90 para nuestra serie y es eso, es el representante de los 90. Y ahí ya entrás por otro lado todo.
-Es una foto de los 90 como también lo es Menem que ya es más macro la foto. Mi teoría es Olegario somos nosotros, en realidad.
-Totalmente, sí.
-No sé cuánto te reprocharon el recorte o si te llega a pasar, pero un fotógrafo cuando compone una imagen… entra una cosita y lo demás queda afuera, por eso me parece que la decisión acertada de elegir un fotógrafo.
-Bueno, eso para mí está buenísimo y fue una idea de los guionistas para construir el personaje como capa y para mí uno de los momentos más emotivos que tiene la serie es cuando él… y que eso fue algo que fuimos trabajando mucho en el guión y lo terminamos encontrando en la previa… de decir, “¿cuál es el superpoder de Olegario?”. El superpoder de Olegario es sacar fotos. Entonces, para hacerte un daño te saca mal una foto. Es mi herramienta. Ese momento y todo lo que transmite Juan como Olegario es espectacular porque, como decís, es el punto de vista del espectador y por otro lado es el amigo, el confidente, pero de una manera muy cercana muy natural de acercarse, que por eso le da bola. Y bueno, tener ellos dos juntos también, cuando filmás con todos los actores que tuve el honor de laburar, en todas mis películas, pero en Coppola y en Menem puntualmente ya que estamos hablando, todo se hace también, ¿viste? Como que es un ping pong, también, ¿viste? Va, viene y se va potenciando y va a tirando y vuelve, y te vuelve unas 10 veces mejor.
-¿Hay algo más que esté dando vuelta en el futuro cercano, no tan lejano?
-Sí, pero no tengo nada como para decir, "arranco en febrero". Estoy con varias cosas ahí, por suerte, dando vueltas, que tenemos que terminar como de acomodar. Me encantaría decirte “en noviembre arranco, estoy a una semana de filmar”. Pero, no, estamos ahora posproduciendo.
Bueno, y ahora estrenamos, que para mí eso sí fue un sueño cumplido, la remake de Tiempo de valientes que se llama La hora de los valientes por Netflix, que se estrena prontito. Hacer un guión de Damián Szifrón y jugar con una de mis películas favoritas, se dio todo de una manera que para mí fue alucinante. Porque, de verdad, Tiempo de valientes es de las películas que antes de empezar a filmar cualquier cosa la veo.
Surgió la idea con los chicos de K&S que me dijeron, "Che, vamos a hacer la remake de Tiempo de valientes, ¿querés?". Y le digo, "pero, me estás ofreciendo… o sea, no lo puedo creer". Es un juego total.
¿Hasta dónde es remake, hasta dónde es…?
No, ahí no puedo decir mucho, pero es un gran homenaje. Un gran homenaje.