
La decisión de México y Colombia de no asistir a la Cumbre de las Américas en República Dominicana constituye un grave error diplomático. En lugar de fortalecer la unidad latinoamericana, los gobiernos de Claudia Sheinbaum y Gustavo Petro optaron por un gesto político vacío que aísla a sus países y debilita la presencia de la región en los foros internacionales. Al negarse a participar en un espacio de diálogo hemisférico, ambos mandatarios renuncian a influir en las decisiones que definen el futuro político y económico de América.
El argumento de la exclusión de Venezuela, Cuba y Nicaragua no justifica la deserción. La política exterior no se construye con ausencias simbólicas, sino con presencia, negociación y firmeza. Ni Sheinbaum ni Petro lograron modificar la postura del foro, pero sí lograron reducir el peso político de sus propios países en la mesa de decisiones. La inasistencia se traduce en un vacío estratégico que otros gobiernos —más pragmáticos— aprovecharán para ocupar el espacio que ellos abandonan.
La excusa de la solidaridad con los regímenes excluidos es, en realidad, una coartada ideológica. Defender gobiernos autoritarios que han reprimido la disidencia y destruido sus economías no fortalece la soberanía latinoamericana: la degrada. Con su gesto, Sheinbaum y Petro envían el mensaje de que la lealtad política pesa más que los valores democráticos y los intereses regionales. En lugar de tender puentes, consolidan un bloque de aislamiento voluntario que aleja a México y Colombia de las oportunidades de cooperación con el resto del continente.
El foro hemisférico no es perfecto, pero sigue siendo el único espacio donde convergen Estados Unidos, América Latina y el Caribe para debatir sobre comercio, migración, energía y seguridad. Renunciar a estar ahí equivale a ceder influencia a potencias externas y renunciar al liderazgo regional. En un mundo multipolar, la ausencia se paga con irrelevancia.
El vacío diplomático que dejan México y Colombia tendrá consecuencias concretas. Las decisiones sobre inversión, transición energética o políticas migratorias seguirán tomándose sin su participación activa. Mientras tanto, otros países —como Brasil, Chile o Argentina— reforzarán sus vínculos y liderarán las agendas continentales. La región necesita voces firmes y presentes, no gobiernos que confunden la protesta con la estrategia.
La Cumbre de las Américas podría haber sido la oportunidad para que ambos mandatarios defendieran sus posturas de manera directa, exigiendo mayor inclusión sin abandonar el diálogo. En cambio, eligieron el silencio político. La diplomacia no se ejerce desde la distancia: se construye con presencia, debate y visión de largo plazo.
Luis Abinader le responde a Claudia Sheinbaum, presidenta de México, por no asistencia a Cumbre Las Américas. pic.twitter.com/Lp6Ak6LJre
— Manuel Rojas (@Manuelrojasrod) October 13, 2025
Al final, la ausencia de México y Colombia no castiga al foro ni a Estados Unidos: castiga a América Latina. Sheinbaum y Petro desperdiciaron la posibilidad de convertir el desacuerdo en una oportunidad para elevar la voz de la región con argumentos, no con gestos. La historia recordará su decisión no como un acto de soberanía, sino como un episodio de autoexclusión que debilitó el liderazgo latinoamericano en el siglo XXI.