
El coronel Michael Randrianirina, líder del cuerpo de élite CAPSAT, fue investido este viernes como presidente de transición de Madagascar, tras la destitución del mandatario civil Andry Rajoelina. La ceremonia, observada por testigos de Reuters, consolidó el control militar del país luego de semanas de tensión y protestas masivas. La Unión Africana reaccionó de inmediato suspendiendo a Madagascar de su membresía, condenando lo que describió como una “toma del poder inconstitucional”.
Randrianirina, de 45 años, juró respetar la unidad nacional y los derechos fundamentales, aunque evitó detallar el calendario electoral. En su discurso, prometió “restaurar el orden, luchar contra la corrupción y devolver la dignidad al pueblo malgache”. El nuevo líder, que en 2023 fue arrestado por un intento de motín, se convierte así en el tercer militar en tomar el poder por la fuerza en África en menos de un año.
El derrocamiento de Rajoelina se produjo tras una ola de manifestaciones lideradas por jóvenes descontentos con la crisis económica, la escasez de agua y energía, y los altos niveles de desempleo. Fuentes diplomáticas aseguran que el Ejército decidió intervenir para evitar un estallido mayor, forzando la salida del presidente, quien habría abandonado el país rumbo a Sudáfrica. La Asamblea Nacional votó su destitución y el Tribunal Constitucional avaló la asunción militar.
Randrianirina justificó el golpe como una “transición necesaria” para salvar al país del caos. Sin embargo, analistas locales advierten que su llegada al poder puede profundizar el aislamiento internacional y frenar los programas de cooperación. La ONU y Francia, antiguo poder colonial, expresaron preocupación por la situación y reclamaron un retorno inmediato al orden constitucional.
Madagascar tiene un largo historial de crisis políticas y golpes de Estado: desde 1972, el país ha vivido más de una decena de transiciones abruptas. Rajoelina, quien también llegó al poder en 2009 tras una insurrección militar, deja un legado de inestabilidad y frustración. Su gestión, marcada por el aumento del costo de vida y denuncias de corrupción, había perdido apoyo popular, lo que allanó el terreno para la irrupción de los militares.
Randrianirina anunció la creación de un Consejo de Transición Nacional, compuesto por oficiales, tecnócratas y representantes civiles. Su mandato podría extenderse entre 18 y 24 meses, hasta la organización de elecciones “libres y soberanas”. Mientras tanto, el nuevo presidente enfrenta el desafío de mantener la paz interna en una nación donde las lealtades militares y regionales siguen fragmentadas.
🇲🇬 Madagascar’s new president, military leader General Richard Randrianirina, was officially sworn in during a ceremony in the capital, Antananarivo.
— Visegrád 24 (@visegrad24) October 17, 2025
The inauguration comes after weeks of mass protests sparked by corruption, poverty, and severe shortages of water and… pic.twitter.com/hel184Oxuj
El golpe en Madagascar refuerza una tendencia regional: el avance de los gobiernos militares en África. Desde 2021, países como Malí, Níger, Burkina Faso y Chad han vivido procesos similares, con líderes castrenses que prometen “refundar la nación” y reducir la influencia occidental. Randrianirina comparte ese discurso, apelando a la independencia frente a potencias extranjeras y a una nueva alianza panafricana centrada en la soberanía y la seguridad.
El futuro del país dependerá de si el nuevo gobierno logra estabilizar la economía sin recurrir a la represión. Entre la esperanza y la incertidumbre, Madagascar se suma a la lista de naciones africanas que buscan un nuevo rumbo político bajo uniformes que prometen orden, pero generan inquietud.