
Axel Kicillof fue el arquitecto de las elecciones desdobladas en la provincia de Buenos Aires a pesar de los cuestionamientos internos.
Desde La Cámpora insistían en la pertinencia de hacer elecciones concurrentes: que todo se vote el 26 de octubre, tanto cargos locales como nacionales.
El objetivo de esa estrategia era “nacionalizar” la discusión, con una clara postura anti-Milei.
Sin embargo, el gobernador decidió desdoblar alegando razones de logística. Señalaba la imposibilidad de votar con boleta única y boleta tradicional en una misma jornada.
El resultado del 7 de septiembre fue el primer capitulo de esa pulseada interna dentro del peronismo, donde la táctica de Kicillof, hasta ahora, fue totalmente acertada. Fuerza Patria hizo valer el poder de los intendentes, las candidaturas testimoniales engrosaron el caudal y le asestaron un duro golpe a La Libertad Avanza.
Sin embargo, desde las huestes de Cristina Kirchner todavía no dieron el brazo a torcer. “Salió bien, pero el resultado es multicausal”, reflexionó post 7 de septiembre Mayra Mendoza.
En efecto, el Gobierno nacional llegó a esa elección en plena ebullición por el audio de Diego Spagnuolo. Fue un elemento impensado. El famoso cisne negro.
Si Jorge Taiana confirma el triunfo del 7 de septiembre, Kicillof se habrá anotado una victoria interna. El interrogante pasa por el tamaño de la ventaja. Si es muy estrecha, seguramente volverán los cuestionamientos al desdoblamiento.
También es cierto que hay un elemento ajeno a la tropa peronista: el debut de la boleta única. Eso, sumado al affaire de José Luis Espert sin la reimpresión, brinda un nivel de incertidumbre difícil de capturar para cualquier sondeo de opinión preliminar.
FA