21/10/2025 - Edición Nº987

Internacionales

Círculo roto

Gabriel Boric en la cuerda floja: el costo de gobernar con amigos

19/10/2025 | Las salidas de figuras cercanas al presidente chileno revelan el costo político de gobernar con amigos en un escenario de desgaste y crisis institucional.



El gobierno de Gabriel Boric atraviesa su etapa más compleja. A medida que se acerca el último tramo de su mandato, la lista de colaboradores cercanos que han dejado el Ejecutivo crece y configura una narrativa de aislamiento político. Diego Pardow, quien renunció al Ministerio de Energía tras el error en los cálculos de las cuentas de luz, simboliza una nueva caída dentro del círculo íntimo del mandatario, una secuencia que comenzó con Izkia Siches y que ha marcado la metamorfosis del gobierno desde la ilusión generacional a la realpolitik.

La salida de Pardow no solo representa un cambio ministerial. Es, sobre todo, la pérdida de otro amigo personal de Boric, con quien compartió militancia, campaña y visión programática. El escándalo eléctrico fue el detonante, pero detrás se esconde un patrón: el presidente se ha visto obligado a sacrificar a quienes fueron parte de su núcleo más leal para contener las presiones de una coalición fragmentada y una oposición dispuesta a capitalizar cada tropiezo.

El costo de la cercanía

Desde el inicio del gobierno, Boric apostó por un modelo basado en la confianza personal y la lealtad generacional. Ministros como Siches, Jackson o Pardow fueron seleccionados más por afinidad política que por trayectoria administrativa. Sin embargo, el poder mostró su otra cara: la gestión pública exige experiencia, resistencia al escrutinio y decisiones impopulares. En ese cruce entre idealismo y responsabilidad, varios cayeron víctimas de los errores propios y del desgaste del proyecto colectivo que dio origen al Frente Amplio.

La dimisión de Giorgio Jackson, tras el “caso Convenios”, marcó un punto de inflexión. Lo mismo ocurrió con Miguel Crispi, antiguo jefe de asesores del Segundo Piso, y con Matías Meza-Lopehandía, pieza clave del entorno presidencial. Todos salieron en medio de crisis que pusieron a prueba la solidez del equipo original. Con cada renuncia, el gobierno se aleja más de su promesa inicial de renovación política y se acerca a un esquema clásico de poder donde las decisiones recaen en tecnócratas y operadores de experiencia.

De la camaradería al pragmatismo

El paso del tiempo ha revelado que la amistad política es un arma de doble filo. Lo que comenzó como un gobierno de confianza mutua derivó en una estructura que, frente al conflicto, se volvió vulnerable. En su intento por mantener estabilidad, Boric ha debido asumir un tono más pragmático, priorizando la continuidad institucional por sobre la fidelidad personal. Esa transformación, aunque necesaria para gobernar, ha diluido el relato que lo llevó al poder: el de una generación que prometía hacer política de otro modo.

En el trasfondo, el presidente enfrenta un dilema existencial: preservar su legado o preservar su equipo. Cada salida duele más en lo simbólico que en lo operativo, porque implica aceptar que la política termina por devorar los afectos. Lo que alguna vez fue un gabinete de amigos se ha convertido en un gobierno de sobrevivientes, donde la cercanía al presidente ya no garantiza protección, sino exposición.

Consecuencias para el futuro

Las sucesivas crisis han dejado a Boric con un capital político menguante, pero aún con margen para redefinir su liderazgo desde la responsabilidad y la distancia emocional. La renovación de su gabinete podría representar un intento de recomponer la confianza ciudadana y mostrar madurez institucional. No obstante, el desafío es enorme: sin su círculo original, deberá construir autoridad sobre un terreno en el que la lealtad personal ya no basta.

La experiencia chilena ofrece una lección universal: los gobiernos que nacen de la amistad suelen enfrentarse a la paradoja de que gobernar exige soltar a los amigos. En la medida en que Boric se encamina hacia la recta final de su mandato, su mayor reto no será mantener la unidad política, sino demostrar que puede trascenderla.