
Durante su participación en el Congreso Internacional de la Lengua en Arequipa, Ana Ormaechea, directora general de Producto Digital de Prisa Media, sostuvo que los medios enfrentan su mayor desafío histórico: preservar la verdad en tiempos de inteligencia artificial. Según explicó, la sobreproducción de información, los algoritmos y los contenidos automatizados han diluido la frontera entre lo cierto y lo falso, obligando al periodismo a reinventarse como garante de confianza pública.
Para Ormaechea, “los medios debemos ser certificadores de la realidad”, una función que trasciende el simple hecho de informar. Implica verificar, contextualizar y desmentir, incluso cuando eso retrase la inmediatez que impone el entorno digital. En su exposición, advirtió que los errores pueden ser entendidos, pero las mentiras deliberadas destruyen la credibilidad. “El público perdona una equivocación, pero no un engaño”, enfatizó ante una audiencia compuesta por académicos, editores y representantes de medios de toda Iberoamérica.
Ormaechea ilustró los riesgos y posibilidades de la IA con un caso emblemático: el del músico vasco Kepa Junkera, cuya voz fue recreada gracias a algoritmos después de haber quedado incapacitado para hablar. El ejemplo, dijo, muestra que la tecnología no es buena ni mala por naturaleza, sino que depende del uso que se le dé. De igual modo, recordó que las herramientas de IA pueden contribuir a detectar noticias falsas o deepfakes, pero también pueden generar ficciones tan realistas que desorientan a millones de usuarios.
Otros panelistas, como Ramón Salaverría y Angélica Rodríguez, coincidieron en que la clave está en la supervisión humana: ningún sistema puede reemplazar la ética y el juicio profesional del periodista. La automatización, si no se combina con responsabilidad editorial, podría convertir los medios en meras fábricas de contenido viral. Por eso, subrayaron la necesidad de normas internas claras sobre cómo usar la IA y cuándo es apropiado hacerlo.
La directiva de Prisa Media también advirtió sobre el dilema económico que atraviesan las redacciones. La presión por obtener tráfico rápido puede empujar a decisiones contrarias al rigor informativo. “La velocidad sin criterio es enemiga de la verdad”, afirmó. En un mercado saturado, la verificación rigurosa exige recursos, tiempo y personal especializado, algo que muchos medios ya no pueden costear. Este desequilibrio entre economía y ética es, para Ormaechea, uno de los mayores desafíos del ecosistema mediático contemporáneo.
En ese contexto, abogó por una nueva cultura de transparencia: reconocer cuándo se usa inteligencia artificial, cuándo una imagen ha sido generada o cuándo un texto fue asistido por algoritmos. “Ocultar la mediación tecnológica equivale a falsear el proceso informativo”, señaló. La reputación de un medio, insistió, se construye nota a nota, y una sola falta de transparencia puede comprometer años de confianza.
El cierre del debate giró en torno a una pregunta central: ¿como sostener el periodismo en un entorno dominado por la automatización y la desinformación? Para Ormaechea, la respuesta está en volver a las raíces del oficio, reforzando la formación crítica, el contraste de fuentes y la responsabilidad editorial. Solo así los medios podrán seguir siendo actores relevantes en una sociedad hiperconectada.
La ejecutiva defendió que el futuro del periodismo no pasa por competir con las máquinas, sino por liderar la interpretación de la realidad. En su visión, los medios que sobrevivan serán aquellos que logren unir innovación tecnológica y valores éticos sólidos. “La tecnología cambia cada mes; la verdad, en cambio, sigue siendo la misma”, concluyó entre aplausos.