21/10/2025 - Edición Nº987

Internacionales

Escándalos y poder

La caída del príncipe Andrés reaviva las sombras de Epstein en Windsor

19/10/2025 | La renuncia del duque de York coincidió con la visita de Trump, marcada por una protesta que proyectó su imagen junto a la del magnate fallecido.



El Reino Unido volvió a enfrentar su propio reflejo en el espejo de los escándalos. Mientras Donald Trump era recibido con honores en el Castillo de Windsor, activistas proyectaban sobre sus muros la imagen del expresidente junto a Jeffrey Epstein. Un mes después, el príncipe Andrés -duque de York- anunció que renunciaba a todos sus títulos reales, asfixiado por los mismos vínculos que manchan desde hace años a las altas esferas del poder.

La escena de Windsor, con el castillo iluminado por la sombra de Epstein, fue más que una protesta: fue un recordatorio. El escándalo que sacudió a la realeza británica y a figuras del poder mundial no desapareció con la muerte del magnate en 2019. Su legado sigue persiguiendo a quienes alguna vez formaron parte de su círculo.


Carlos III y su hermano Andrés, distantes en lo simbólico y en la política interna de la Corona. La medida fue leída como parte de un proceso de transición que ya empieza a delinear el príncipe William.

La renuncia de Andrés llegó tras nuevas revelaciones y crecientes presiones dentro del propio Palacio de Buckingham. En su comunicado, el hermano del rey Carlos III reconoció que dejará de utilizar todos sus títulos y honores, incluido el de “Duque de York”. La decisión, tomada “con el acuerdo del monarca”, busca cerrar una etapa que nunca terminó de sanar para la familia real. Desde su entrevista televisiva en 2019, donde intentó justificar su amistad con Epstein y negar las acusaciones de abuso de Virginia Giuffre, su figura se convirtió en un peso incómodo para la monarquía.

Giuffre, una de las principales víctimas de la red de explotación de Epstein, relató en su libro  Nobody's girl: A memoir of surviving abuse and fighting for justice”, programado para su publicación el 21 de octubre de 2025, cómo fue reclutada cuando tenía 17 años y obligada a asistir a encuentros con hombres influyentes. Su testimonio, respaldado por documentos judiciales y fotografías, fue clave para exponer el alcance internacional de la trama y puso en jaque a varios miembros de la élite, entre ellos al propio duque de York.


El príncipe Andrés junto a Virginia Giuffre, una de las principales denunciantes en el caso Epstein. La fotografía se convirtió en una de las pruebas más difundidas del escándalo.

El paralelismo con Trump no pasó desapercibido. Durante su visita oficial, las proyecciones sobre el castillo -que mostraban al presidente estadounidense junto a Epstein- generaron un operativo policial y la detención de cuatro personas. Los activistas afirmaron que buscaban “recordar que el poder también debe rendir cuentas”. Esa misma frase podría aplicarse al caso de Andrés, cuyas conexiones con Epstein forzaron ahora su salida definitiva del entorno real.

Pero más allá de la versión oficial, algunos analistas señalan que esta decisión podría ser también un gesto del heredero al trono, el príncipe William, quien estaría empezando a intervenir en los asuntos internos de la Casa Real ante el avance de la enfermedad de su padre, el rey Carlos III. En ese contexto, el retiro de Andrés aparece no sólo como una cuestión moral, sino como un movimiento estratégico para ordenar la sucesión y limpiar la imagen de la institución antes de un inevitable relevo generacional.


El príncipe William emerge como figura central del futuro de la monarquía británica, en un proceso de transición silenciosa que busca dejar atrás los escándalos.

Ambos episodios -la protesta en Windsor y la renuncia del duque- revelan una continuidad simbólica: las instituciones más antiguas del mundo occidental, la monarquía británica y la política estadounidense, aún luchan por limpiar las manchas de una red que combinó dinero, abuso y silencio. En el Reino Unido, la caída del príncipe de York es vista como un intento de preservar la legitimidad de la Corona. En Estados Unidos, las imágenes proyectadas en Windsor recordaron que la memoria de Epstein sigue siendo un arma política y moral.

Desde el mármol de los palacios hasta las pantallas de las protestas, el mismo nombre sigue generando temblores. Jeffrey Epstein está muerto, pero su historia continúa poniendo en evidencia los límites del poder y la impunidad.