
En la última semana antes de las elecciones legislativas, el Gobierno de La Libertad Avanza vive su mayor crisis interna. Santiago Caputo y Karina Milei ya no disimulan su guerra fría, y el presidente Javier Milei quedó en el centro de una disputa que define el rumbo político del oficialismo.
Caputo reunió a legisladores “dialoguistas” para escuchar al consultor norteamericano Barry Bennet, quien aseguró que el asesor presidencial es “la única garantía de diálogo político”. Un mensaje directo a Karina Milei, que busca sostener el control absoluto del poder.
En el entorno libertario hablan de un “formateo del Gobierno” tras las elecciones, aunque admiten que será apenas un gatopardismo: se moverán algunas fichas, pero la tensión interna seguirá. Desde junio, cuando La Libertad Avanza ganó en la Ciudad, el clima cambió. En el Conurbano, los sondeos marcan un 65% de rechazo y sólo un 35% de apoyo al Gobierno.
El oficialismo apuesta a Córdoba y Santa Fe para disimular los números negativos. Sin embargo, el sueño de “pintar el país de violeta” se convirtió en pesadilla: Milei quedó solo en el centro de la escena, enfrentado a los mismos dirigentes a los que insultó como “viejos meados” o “fracasados”.
El fantasma de Mauricio Macri reapareció con fuerza. El expresidente reclama un acuerdo de gobernabilidad, pero Milei rechaza pactar con quien considera parte del pasado. Paradójicamente, el propio Macri también fracasó cuando buscó reformas sin consenso y terminó acudiendo al FMI.
Hoy, el libertarismo intenta mutar hacia un gobierno dialoguista, pero con un tablero repleto de rencores, negocios cruzados y ambiciones personales. Como diría Tusam, puede fallar.