
El príncipe Andrés, hermano del actual rey Carlos III y ex duque de York, enfrenta una nueva investigación policial en Reino Unido. Las autoridades analizan si intentó utilizar su posición y contactos dentro de la fuerza para obtener información privada sobre Virginia Giuffre, la mujer que lo acusó de abuso sexual y que fue una de las principales víctimas del entramado de explotación de Jeffrey Epstein.
De acuerdo con la pesquisa, Andrés habría solicitado a un oficial de seguridad que indagara los antecedentes de Giuffre en Estados Unidos con el objetivo de desacreditarla. Los hechos se habrían producido hace más de una década, pero recién salieron a la luz luego de que se conocieran correos y testimonios internos que sugieren un intento deliberado de manipular información para proteger su imagen.
El duque de York ya había quedado fuera de la vida pública en 2019, tras una entrevista televisiva que buscaba limpiar su nombre y terminó hundiéndolo. Su falta de empatía hacia las víctimas de Epstein y las respuestas evasivas que dio sobre su relación con el empresario causaron un fuerte repudio en la opinión pública británica.
En 2022, el príncipe llegó a un acuerdo extrajudicial con Giuffre en una demanda civil presentada en Nueva York. Aunque el pacto incluyó el pago de una suma millonaria, Andrés no admitió culpabilidad y sostuvo su inocencia. Sin embargo, ese arreglo selló su retiro definitivo de los actos oficiales y lo llevó a perder gran parte de sus patrocinios reales.
Virginia Giuffre, que falleció este año a los 41 años, fue una de las principales voces en denunciar la red de explotación sexual que operaba bajo la protección de Jeffrey Epstein y su socia Ghislaine Maxwell. En sus declaraciones, Giuffre sostuvo que fue obligada a mantener relaciones con hombres poderosos, entre ellos el príncipe Andrés, cuando aún era menor de edad.
Su historia cobró relevancia mundial y dio impulso a las investigaciones que revelaron cómo Epstein reclutaba jóvenes vulnerables con la promesa de empleos y becas, para luego someterlas a abusos sistemáticos en distintas propiedades del empresario.
La muerte de Giuffre en abril -considerada oficialmente un suicidio- reavivó el debate sobre la presión y el aislamiento que sufrieron muchas de las víctimas que intentaron enfrentarse a esa red de poder. Su libro póstumo, donde narraba su versión de los hechos y el trato con los acusados, está previsto para publicarse este año y promete generar nuevo impacto.
Si la investigación confirma que el príncipe utilizó o intentó utilizar recursos policiales para obtener información confidencial sobre su denunciante, podría abrirse una causa penal por abuso de poder e interferencia institucional.
Por ahora, la Casa Real británica mantiene un estricto silencio. No se esperan declaraciones oficiales, aunque distintos medios aseguran que el Palacio de Buckingham observa el desarrollo del caso con preocupación por su impacto en la imagen de la monarquía.
Andrés, de 65 años, ha reducido al mínimo su exposición pública y reside en su mansión de Windsor, lejos de la primera línea de los actos reales. Este fin de semana, anunció que dejará de utilizar el título de Su Alteza Real y renunciará a sus honores militares, una decisión interpretada como un intento de calmar la presión sobre la monarquía tras la reapertura de la investigación. El gesto, sin embargo, no logró disipar las críticas de quienes consideran que la familia aún no ha asumido plenamente la gravedad del caso.
Sarah Ferguson, se encuentra también en el centro de la tormenta, exesposa del príncipe Andrés y madre de las princesas Beatriz y Eugenia, atraviesa también un momento delicado. Aunque ambos se divorciaron hace casi tres décadas, mantuvieron una relación cercana y comparten residencia en Windsor. Sin embargo, tras el nuevo escándalo y la renuncia de Andrés a sus títulos, Ferguson habría decidido tomar distancia pública.
Según su entorno, busca “proteger su propio nombre” y desvincularse de las polémicas que rodean al duque. En los últimos días habría suspendido apariciones conjuntas y replanteado su participación en actividades benéficas. El gesto fue interpretado como una señal de ruptura definitiva entre ambos, después de años en los que ella había intentado respaldarlo discretamente frente a la opinión pública.
A esto se suma que diversas organizaciones benéficas han suspendido su colaboración con ella tras revelarse mensajes antiguos en los que manifiesta un vínculo cercano con Jeffrey Epstein, lo que ha dañado aún más su reputación y generado cuestionamientos sobre su propio papel en esta crisis.
El caso no sólo afecta al duque de York sino también al prestigio de la institución monárquica. Desde hace años, la figura del príncipe se ha convertido en uno de los mayores dolores de cabeza para la corona británica.
En un contexto en el que el rey Carlos III enfrenta desafíos de salud y busca consolidar una imagen de austeridad y transparencia, las nuevas revelaciones amenazan con reabrir viejas heridas dentro de la familia real. Para muchos analistas, este episodio refleja el choque entre los privilegios históricos de la aristocracia y las exigencias de rendición de cuentas que impone la sociedad moderna.
El resultado de la investigación marcará no solo el futuro judicial del príncipe Andrés, sino también la credibilidad de la policía metropolitana y de la monarquía británica frente a un público cada vez menos dispuesto a tolerar los silencios del poder.