por Rosario Castagnet
La reciente subasta de bloques en el pre‑sal brasileño consolidó a Petrobras y Equinor ASA como las principales ganadoras de la jornada. El evento, organizado por la Agência Nacional do Petróleo, Gás Natural e Biocombustíveis (ANP), ofreció siete bloques en las cuencas de Santos y Campos, dos de las zonas más prometedoras del Atlántico Sur. Con esta adjudicación, Brasil reafirma su posición como una de las fronteras energéticas más atractivas del mundo, incluso en medio de la transición hacia fuentes limpias.
El interés en la subasta fue moderado: de las quince empresas inscritas, solo ocho presentaron ofertas concretas. Petrobras y Equinor no solo obtuvieron cada una un bloque individual, sino que también formaron un consorcio conjunto para explotar otro bloque estratégico, reforzando una cooperación que ya había dado resultados en otros proyectos offshore. Entre los otros adjudicatarios figuran Karoon Energy y un consorcio chino liderado por CNOOC y Sinopec, mientras que gigantes como Shell y BP optaron por abstenerse.
El sistema utilizado por el gobierno brasileño se basa en contratos de producción compartida, en los que las empresas ofertan el porcentaje de petróleo que devolverán al Estado. La bonificación de firma es fija, pero el criterio decisivo es la proporción del hidrocarburo entregado al Tesoro. Este modelo busca equilibrar ingresos públicos sostenidos y atractivo inversor, garantizando que los beneficios de los hallazgos no se concentren exclusivamente en las operadoras privadas.
El esquema, vigente desde 2010, ha permitido que Brasil combine control estatal y eficiencia empresarial en la explotación del pre‑sal. Sin embargo, algunos analistas advierten que el exceso de regulación y la incertidumbre tributaria podrían frenar futuras inversiones si los términos no se mantienen competitivos frente a otras jurisdicciones como Guyana o Namibia.
El predominio de Petrobras y Equinor en esta ronda refuerza la apuesta por una alianza de largo plazo centrada en tecnologías de aguas profundas. Para la compañía noruega, representa una expansión clave en Latinoamérica; para Petrobras, es una garantía de mantener el liderazgo del Estado brasileño en la matriz energética. La ausencia de grandes majors internacionales sugiere un cambio de foco hacia proyectos de menor riesgo y mayor rentabilidad inmediata, en un contexto global de presión climática y restricciones financieras al sector de los combustibles fósiles.
No obstante, operar en el pre‑sal sigue siendo un desafío técnico. Los altos niveles de CO₂ disuelto en los yacimientos, la profundidad extrema y la complejidad logística implican costos que solo grandes consorcios pueden afrontar. La apuesta de Petrobras y Equinor confirma que, pese al avance de la descarbonización, el petróleo brasileño continúa siendo un activo estratégico tanto para el país como para sus socios globales.

La adjudicación consolida el papel de Brasil como potencia energética regional, pero también expone el dilema entre expansión petrolera y compromisos climáticos. A mediano plazo, la viabilidad económica de los nuevos bloques dependerá de la estabilidad política y de los precios internacionales del crudo. Si las proyecciones de demanda se mantienen, el pre‑sal podría seguir siendo un motor de ingresos fiscales clave hasta la próxima década.
El desafío será integrar estos desarrollos con una estrategia nacional de transición energética que no comprometa la competitividad del sector. En ese sentido, Petrobras enfrenta la paradoja de ser simultáneamente un actor del pasado y del futuro energético: su experiencia en exploración offshore le otorga ventajas técnicas, pero también la obliga a redefinir su papel en un mundo que avanza hacia la neutralidad de carbono.