24/10/2025 - Edición Nº990

Internacionales

Turismo gastronómico

El nuevo turismo gourmet: viajeros que pagan por cosechar su propia comida

23/10/2025 | De Nueva York a la Costa Amalfitana, los hoteles de alta gama reinventan el turismo gourmet con experiencias inmersivas que conectan al viajero con la tierra.



Durante décadas, el lujo significó comodidad absoluta: mayordomos, suites infinitas y cenas servidas en silencio. Pero el paradigma cambió. Hoy, los viajeros más exigentes buscan lo opuesto: experiencias reales, contacto con la tierra y conexión con la comida que consumen.

La nueva tendencia del foraging” o recolección guiada gana terreno en los destinos más exclusivos del mundo. Ya no se trata solo de viajar: se trata de participar. Y los hoteles de alta gama lo entendieron.

En el valle del Hudson, Nueva York, el resort Wildflower Farms (Auberge Collection) se convirtió en uno de los pioneros de esta nueva filosofía. Entre bosques y praderas, los huéspedes son invitados a dejar el teléfono en la habitación y sumarse a caminatas de recolección junto a la herbolaria Dina Falconi, una experta en plantas silvestres.

Por 500 dólares por grupo, los visitantes aprenden a identificar hojas, raíces y flores comestibles, conocer sus propiedades y transformarlas en infusiones o platos sencillos. “Actividades como la recolección reflejan un deseo más amplio de reconectar con el mundo natural de una forma tangible”, explicó Vinod Narayan, gerente del resort.

En Wildflower Farms, en el valle del Hudson, los huéspedes participan en caminatas guiadas por bosques y praderas para recolectar plantas silvestres y redescubrir la conexión con la naturaleza.

Cada jornada es impredecible: a veces se encuentran rampas silvestres (una especie de ajo nativo), otras, radicchios rosados o hierbas de olor intenso. “No hay garantía de hallar lo que uno busca -dice Kristin Soong Rapoport, copropietaria del complejo-, pero cuando aparece algo inesperado, se siente como un tesoro”.

En Italia, el hotel Casa Angelina, sobre los acantilados de la Costa Amalfitana, lleva el concepto al mar: los visitantes pueden salir con pescadores locales, aprender técnicas tradicionales de captura y regresar con el botín que luego los chefs del hotel transforman en un menú degustación junto a limoneros centenarios. “Pocos lujos son tan íntimos como comer lo que uno mismo ayudó a obtener”, resume uno de sus cocineros.


En Casa Angelina, sobre los acantilados de Amalfi, los huéspedes salen a pescar con marineros locales y luego degustan su propia captura.

La tendencia no se limita a Estados Unidos o Italia: se expande por los destinos más exclusivos del mundo. En la Toscana, el Rosewood Castiglion del Bosco, en Siena, y el Hotel Savoy, en Florencia, organizan salidas para buscar trufas junto a expertos locales y perros adiestrados, una experiencia que mezcla naturaleza, lujo y gastronomía. En Escocia, el elegante Fife Arms Hotel, en Braemar, ofrece caminatas guiadas por un recolector interno que enseña a identificar hierbas y plantas autóctonas para preparar tés, tinturas o cosméticos naturales. En el Caribe mexicano, el Rosewood Mayakoba, en Playa del Carmen, invita a sus huéspedes a cosechar frutas y verduras en su propio huerto, mientras que en el remoto Fogo Island Inn, en Terranova, Canadá, los viajeros recolectan plantas silvestres que luego transforman en infusiones y cócteles de autor. Una vuelta global a lo esencial, con aroma a tierra y mar.


En el Rosewood Mayakoba, en Playa del Carmen, los huéspedes cosechan frutas y verduras del huerto del resort antes de disfrutar platos preparados con los mismos ingredientes.

El fenómeno se repite en otros rincones del mundo. En Islandia, algunos lodges invitan a recolectar mejillones entre las rocas volcánicas; en Japón, hoteles rurales ofrecen talleres de cultivo de arroz y ceremonia del té; y en Chile, estancias patagónicas organizan jornadas de recolección de hongos silvestres en los bosques andinos.

Detrás de esta tendencia hay una redefinición del lujo: ya no es solo lo material, sino la vivencia. Viajar para desconectar del ruido y reconectar con lo natural se transformó en un símbolo de estatus. “En un mundo donde los sistemas alimentarios se sienten frágiles, aprender a alimentarse directamente de la tierra es casi un acto revolucionario”, sostiene Falconi.


La herbolaria Dina Falconi lidera las caminatas de recolección: los viajeros aprenden a identificar y cocinar plantas comestibles del entorno.

El nuevo lujo no busca escapar del esfuerzo, sino darle sentido: participar, crear y volver a lo esencial. Por eso los hoteles lo presentan como una experiencia “transformadora”: quienes antes medían el valor del viaje en estrellas o metros cuadrados, hoy lo miden en sensaciones.

Las empresas turísticas ven una oportunidad. Según datos de la consultora Virtuoso, los viajes experienciales representan ya el 70 % del gasto del turismo de lujo global, y el segmento crece año a año con especial fuerza en América del Norte, Italia y Japón.

En definitiva, la era del turista pasivo parece haber terminado. En su lugar, emerge el viajero que paga por ensuciarse las manos, por sentir el viento, por aprender de la tierra y volver a casa con una historia que no se compra, sino que se vive.