En política exterior no existen las coincidencias, y en la Argentina menos. El mismo día que ejecutivos de los grandes fondos estadounidenses llegaban en aviones privados y llenaban el Teatro Colón con su perfume de lobby y dividendos, el Gobierno movía una pieza clave: Pablo Quirno, nuevo canciller, en reemplazo de Gerardo Werthein.
Fue el anuncio perfecto en el momento justo: un guiño a Washington, un mensaje al Tesoro y una señal a los mercados de que la diplomacia argentina ahora habla en lenguaje financiero. No importan los vacíos administrativos ni las sillas calientes: lo que debía quedar claro era que el timón económico y diplomático apuntará al norte.
Un honor asumir esta nueva responsabilidad, muchas gracias al Presidente @JMilei por la confianza y al Ministro @LuisCaputoAR por tantos desafíos compartidos. Seguiremos trabajando en equipo!
— Pablo Quirno (@pabloquirno) October 23, 2025
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La llegada de Quirno tiene más de Wall Street que de Itamaraty. Es el puente entre los bancos que ordenan la deuda y un Gobierno que busca mostrar prolijidad ante los ojos del capital. En otras palabras: si Werthein representaba la diplomacia del brindis, Quirno llega con la calculadora en la mano.
Añadido a eso, el desembarco en Buenos Aires del foro global de JP Morgan -con jets privados, camionetas negras y la presencia de los pesos pesados del mundo financiero- funcionó como un mensaje sin intermediarios a Washington y al Tesoro norteamericano. En plena cuenta regresiva hacia las urnas, se comunicó que la Argentina estaba lista para ser “socio serio”, y no solo un cliente al que hay que ajustar.
🇺🇸🇦🇷 Tres aviones privados del JP Morgan arribaron esta mañana a Buenos Aires procedentes de Nueva York
— Vuelos y Spotters ✈ (@SpottersArg) October 22, 2025
•Gulfstream G600 N601CH, con 3 pasajeros
•Gulfstream G600 N602CH, con 1 pasajero
•Gulfstream G650ER N662CH, con 1 pasajero pic.twitter.com/i4cOFGFoU2
En la Cancillería, el desconcierto es total. Los cónsules y embajadores, muchos de ellos nombrados en el último manotazo de Werthein, no saben si seguir empacando sus copas de cristal o llamar al contador. Quirno, por su parte, deberá navegar entre dos aguas: la de Guillermo Francos, que busca estabilidad y diálogo, y la de Santiago Caputo, que exige purismo ideológico y “extirpar la casta”.
Y mientras tanto, el Presidente cumplió años, el dólar amaga y los mercados se acomodan para ver quién sopla las velas de la próxima etapa.
La designación de Quirno no es una casualidad ni una improvisación: es una postal diplomática dirigida a Wall Street, enviada justo antes de las elecciones. El mensaje es claro: la Argentina quiere mostrarse previsible, aunque su Cancillería esté acéfala y sus diplomáticos sigan revolviendo el lodo de los privilegios.
La fiesta cambió de sede, pero no de invitados: los que antes brindaban con champagne ahora cotizan en bolsa.