27/10/2025 - Edición Nº993

Internacionales

Cultura política

Juan José Rodríguez Prats y su visión sobre el diálogo político en México

25/10/2025 | En una democracia polarizada, la negociación ha pasado de ser virtud institucional a sinónimo de traición o debilidad.



En el debate público mexicano, la palabra "acuerdo" ha perdido prestigio. Lo que antes se entendía como el arte de construir puentes entre visiones distintas, hoy se percibe como concesión, sometimiento o complicidad. Este descrédito no solo afecta a los partidos, sino al propio concepto de gobernabilidad, que en contextos de polarización extrema se convierte en una tarea casi imposible. La historia política del país muestra que los avances institucionales siempre dependieron de la capacidad de concertar, y su ausencia actual explica parte del deterioro del debate democrático.

El politólogo y exdiputado Juan José Rodríguez Prats recuerda que los acuerdos fueron esenciales para la consolidación del Estado moderno mexicano. Desde las reformas de Benito Juárez hasta la transición democrática de los noventa, los pactos políticos permitieron sostener la estabilidad sin sofocar la pluralidad. Hoy, sin embargo, esa práctica se asocia a la corrupción o al oportunismo. La época actual, dominada por discursos de pureza moral y antagonismo, ha dejado poco espacio para la deliberación racional.

Rehabilitar el sentido del acuerdo

En el contexto del actual sexenio, la figura del acuerdo ha sido reemplazada por la imposición. Las reformas energéticas o judiciales se discuten desde trincheras ideológicas, sin voluntad de incorporar matices o mejoras. El resultado es un Estado más polarizado y menos eficaz. La cultura de la negociación, que alguna vez fue sinónimo de madurez institucional, hoy se considera un acto de debilidad o incluso de traición. Esto refleja un empobrecimiento del lenguaje político y una pérdida del sentido de interés general.

Rodríguez Prats subraya que el PAN debe encabezar una renovación interna basada en debates transparentes y acuerdos honestos. Esa autocrítica busca recuperar una identidad perdida en el pragmatismo electoral. Pero su mensaje trasciende al partido: sugiere que sin capacidad de concertación, ningún proyecto político es sostenible. La democracia necesita puntos medios, y negar su valor conduce a la parálisis o al autoritarismo.

La trampa de la polarización

La confrontación constante, alimentada por las redes sociales y el discurso presidencialha sustituido el diálogo por la descalificación. Esta tendencia no solo impide acuerdos entre partidos, sino también entre ciudadanos. El adversario se convierte en enemigo, y cualquier intento de tender puentes es interpretado como claudicación. En este ambiente, la cultura del acuerdo no puede prosperar: el consenso se percibe como derrota, no como herramienta de progreso.

A mediano plazo, la incapacidad de negociar compromete la estabilidad institucional. Sin acuerdos no hay reformas duraderas, y sin reformas no hay avance social ni económico. Recuperar el valor del consenso implica reconocer que las democracias maduras no temen discutir ni pactar, sino que se fortalecen haciéndolo. En ese sentido, reivindicar el acuerdo es también una forma de defender la democracia mexicana.