La muerte de Néstor Kirchner sacudió a la Argentina en plena jornada del Censo 2010. Aquella mañana, la noticia de su fallecimiento interrumpió la rutina y abrió una etapa de duelo nacional. No era solo la despedida de un ex presidente: era la partida de un dirigente que había modificado el mapa político y devuelto protagonismo al Estado tras el colapso de 2001.
Desde su irrupción como gobernador de Santa Cruz hasta su llegada a la Casa Rosada, Kirchner construyó una narrativa de poder desde la periferia. Apostó a un modelo de crecimiento con inclusión y a la reivindicación de los derechos humanos, al tiempo que buscó reposicionar al país en el escenario regional. Su estilo frontal y su discurso sin medias tintas lo convirtieron en un actor central de una etapa intensa y de fuertes contrastes.
Su presidencia significó, para muchos, el comienzo de una recuperación política y económica tras el derrumbe del sistema de representación. El mensaje de “volver a creer en la política” caló hondo en amplios sectores sociales, especialmente en jóvenes y trabajadores. En Río Gallegos, su ciudad, y en cada rincón del país, su figura se asoció con la idea de reconstrucción después del desencanto.
Pero el legado de Kirchner también dejó huellas contradictorias. Su estilo concentrado de conducción, la relación conflictiva con los medios y su visión de la política como confrontación permanente abrieron debates que aún dividen aguas. Su influencia perdura tanto en la mística de sus seguidores como en la reacción de sus detractores.
Quince años después, su nombre sigue en calles, plazas y hospitales. Su impronta persiste en el peronismo y en cada referencia al “modelo 2003-2007”, aunque el país que lo recuerda ya no es el mismo. La política se transformó, los liderazgos cambiaron y las demandas sociales son otras, pero la figura de Kirchner continúa siendo punto de partida para entender las pasiones y los dilemas de la Argentina contemporánea.
Hoy, el homenaje a su memoria es también una invitación a revisar su huella: la del hombre que desafió los límites de su tiempo, que encendió otra vez la política y que, desde Santa Cruz, dejó una marca indeleble en la historia nacional.