03/11/2025 - Edición Nº1000

Internacionales

Tensión caribeña

Mercenarios y espionaje: la nueva acusación de Maduro a Estados Unidos

27/10/2025 | Caracas denuncia una “operación de falsa bandera” en su contra y apunta a Washington como responsable de la desestabilización en el Caribe.



El gobierno de Nicolás Maduro denunció este fin de semana una supuesta “provocación militar” impulsada por la CIA Trinidad y Tobago, a quienes acusó de orquestar un intento de “falsa bandera” contra Venezuela. Sin embargo, la denuncia se produjo sin evidencias verificables y fue recibida con escepticismo incluso dentro del propio país. La vicepresidenta Delcy Rodríguez afirmó que un grupo de mercenarios habría sido detenido con vínculos con agencias estadounidenses, pero no presentó pruebas concretas. El episodio ocurre mientras Caracas enfrenta un creciente aislamiento internacional y una profunda crisis económica y social.

Según la versión venezolana, la operación pretendía simular una agresión desde territorio trinitense para culpar a las Fuerzas Armadas Bolivarianas, pero los gobiernos de Trinidad y Tobago y Estados Unidos negaron categóricamente cualquier participación. Observadores internacionales consideran que se trata de un nuevo intento del régimen por desviar la atención de los cuestionamientos por derechos humanos y la falta de transparencia electoral. La narrativa de amenaza externa, afirman, busca cohesionar al chavismo y mantener bajo control el descontento interno.

Una denuncia en clave política

La retórica de la “agresión extranjera” no es nueva en Venezuela. Desde 2019, el gobierno de Maduro ha recurrido reiteradamente a acusaciones contra la CIA, Colombia y gobiernos del Caribe para justificar su política de seguridad y el endurecimiento del control estatal. En este caso, la denuncia ocurre apenas días después de los informes de la ONU que señalan violaciones sistemáticas a los derechos humanos y persecución política. El timing del anuncio sugiere un uso político de la denuncia más que una amenaza real.

Los ejercicios militares entre Estados Unidos y Trinidad y Tobago, enmarcados en la cooperación antinarcóticos, fueron calificados por Caracas como “maniobras intimidatorias”. No obstante, fuentes diplomáticas indican que tales operaciones son rutinarias y no implican ningún despliegue ofensivo. La respuesta del gobierno venezolano parece responder más a la necesidad de construir un enemigo externo que a una evaluación real de riesgo, consolidando una narrativa útil para sostener la cohesión del poder.

Escalada diplomática y riesgos regionales

El intento de convertir este episodio en un conflicto diplomático revela la debilidad internacional de Venezuela y su aislamiento progresivo. Al elevar el tema ante el Consejo de Seguridad de la ONU, Caracas busca proyectar una imagen de víctima del intervencionismo, mientras continúa dependiendo de Rusia e Irán para sostener su estructura económica y militar. La estrategia, sin embargo, refuerza su marginación dentro del continente y deteriora sus vínculos con vecinos caribeños.

Pese a la retórica agresiva, la posibilidad de una escalada militar es mínima. La verdadera consecuencia de este episodio es la profundización del descrédito internacional del régimen y la erosión de su capacidad de interlocución diplomática. Venezuela, más que bajo ataque, parece atrapada en su propia narrativa de confrontación, en la que el conflicto discursivo sustituye al diálogo político real.