Italia dio luz verde a un sueño que lleva siglos en el aire: construir el puente colgante más largo del mundo, que unirá la isla de Sicilia con Calabria, cruzando el estrecho de Messina. Con una extensión prevista de más de 3,3 kilómetros y torres de casi 400 metros de altura, el proyecto promete ser una de las mayores hazañas de ingeniería del siglo XXI.
La idea de conectar Sicilia con la península no es nueva. Desde la época del Imperio Romano se pensó en tender un paso sobre el estrecho, y en los últimos 50 años varios gobiernos intentaron hacerlo realidad sin éxito. Esta vez, el plan cuenta con presupuesto, fecha y respaldo político: la finalización está prevista para 2032 o 2033, con una inversión que supera los 13.000 millones de euros.
El “Ponte dello Stretto di Messina” tendrá dos niveles, uno para trenes y otro para autos, con capacidad para 6.000 vehículos por hora y 200 trenes diarios. El diseño está preparado para resistir vientos de hasta 216 km/h y movimientos sísmicos, ya que la zona es una de las más activas de Europa. Cuando esté terminado, cruzar el estrecho tomará apenas 15 minutos en coche o 10 minutos en tren, frente a las dos o tres horas actuales que demanda el ferry.

El gobierno asegura que el puente no solo acortará distancias, sino que revitalizará la economía del sur, donde se concentran las tasas más altas de desempleo del país. Se espera que genere miles de puestos de trabajo directos e indirectos, y que transforme a Sicilia en un punto clave para el transporte de mercancías entre África y Europa.
No todos aplauden la iniciativa. Ambientalistas y urbanistas advierten sobre el impacto en el ecosistema marino y los riesgos de construir en una zona sísmica. También hay quienes creen que el dinero podría destinarse a infraestructuras locales más urgentes, como rutas, hospitales o escuelas. Aun así, los defensores del proyecto insisten en que el puente será una inversión estratégica, clave para la defensa, la logística y el turismo, además de un símbolo de unidad nacional.

El puente de Messina busca algo más que unir dos orillas: pretende cerrar una brecha histórica entre el norte y el sur de Italia. Si todo sale según lo planeado, no solo cambiará la forma de viajar por el país, sino que podría convertirse en una nueva marca de identidad italiana, al nivel de la Torre de Pisa o el Coliseo.