El intento del oficialismo por demorar el tratamiento del Presupuesto 2026 no responde solo a una cuestión de calendario. Es, sobre todo, una maniobra política para reordenar las fuerzas dentro del Congreso después de los comicios y encarar la negociación desde una posición más sólida.
Con la nueva composición parlamentaria, La Libertad Avanza y sus aliados pasarán a tener la primera minoría en Diputados, un dato clave para cualquier votación. Al postergar el debate hacia las sesiones extraordinarias, el Gobierno busca evitar que la actual mayoría opositora condicione la discusión y, al mismo tiempo, ganar tiempo para cerrar acuerdos con los bloques provinciales y dialoguistas.
En el entorno presidencial aseguran que la prioridad es “discutir el Presupuesto con la representación que la gente acaba de elegir”, una definición que combina pragmatismo político y cálculo legislativo. Milei sabe que la nueva etapa dependerá menos de la confrontación y más de la capacidad para sumar voluntades en el Congreso.
El movimiento, sin embargo, no está exento de riesgos. Si el oficialismo no logra construir los consensos necesarios, la demora podría volverse en su contra y dejar al Gobierno sin la principal herramienta de gestión para el año próximo. Pero por ahora, en la Casa Rosada prefieren apostar a la espera: el Presupuesto, como el poder, se discute mejor cuando los números acompañan.