China dio un paso más en su estrategia de control del ecosistema digital. A partir de ahora, los influencers y creadores de contenido que hablen de temas considerados “profesionales” -como medicina, finanzas, derecho o educación- deberán acreditar que tienen formación o certificación oficial en esas áreas.
La medida, impulsada por el Ministerio de Cultura y Turismo junto a la Administración del Ciberespacio, establece que las plataformas deberán verificar las credenciales de los creadores antes de permitirles emitir o publicar sobre esas materias. Quienes no puedan demostrar su preparación podrán seguir produciendo contenido, pero solo en rubros de entretenimiento, estilo de vida o cultura general.
El control no solo alcanza a los influencers que trabajan en Douyin (la versión china de TikTok), sino también a quienes crean contenido en plataformas como Weibo, Bilibili o Xiaohongshu. A partir de ahora, deberán presentar sus títulos, matrículas o licencias profesionales para seguir hablando de temas que el gobierno considera de “alto impacto social”.
El objetivo declarado es “prevenir la desinformación” y proteger a los usuarios frente a consejos médicos, financieros o jurídicos erróneos. En los últimos años, proliferaron en las redes chinas los llamados “expertos digitales” que ofrecían diagnósticos, inversiones o interpretaciones legales sin respaldo académico.
Sin embargo, la medida generó un intenso debate dentro del país. Para algunos, se trata de un paso necesario para asegurar que el contenido especializado provenga de fuentes confiables. Otros advierten que el nuevo requisito podría transformarse en una herramienta de censura y reducir la diversidad de voces en internet.

El control estatal sobre el mundo de los influencers no es nuevo. Desde 2022, las autoridades chinas ya habían limitado las donaciones virtuales, los ingresos por transmisiones en vivo y las campañas de lujo. Ahora, el foco está puesto en el tipo de contenido: solo podrán hablar de “asuntos serios” quienes acrediten haberlos estudiado. El impacto alcanzará también a las marcas y agencias de publicidad digital, que deberán comprobar que sus voceros cumplan con las exigencias para evitar sanciones o el bloqueo de cuentas.
El nuevo requisito educativo se interpreta como una extensión natural de esa tendencia: el control ya no se centra solo en el comportamiento o los ingresos, sino también en el contenido del discurso. Solo podrán hablar de temas serios quienes hayan demostrado haberlos estudiado.
La medida generó un amplio debate entre los usuarios chinos. Algunos la celebran como un avance para combatir la desinformación y proteger al público de “falsos expertos”. Otros, en cambio, la ven como un intento de restringir la libertad de expresión y monopolizar la interpretación oficial de ciertos temas. “Hablar de economía sin título podría ser peligroso, pero también limitar la crítica puede serlo”, escribió un usuario en Weibo, reflejando el tono de la discusión online.
China cuenta actualmente con más de 500 millones de usuarios activos en plataformas de streaming y redes sociales, un universo que representa uno de los mayores mercados de contenido digital del mundo. La nueva regulación refuerza la tendencia del Gobierno a supervisar de cerca tanto lo que se publica como quién lo dice.