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La fiscal de París, Laure Beccuau, confirmó que los sospechosos fueron imputados por robo organizado y que la investigación sigue abierta. Ambos admitieron haber intervenido en el golpe, aunque no brindaron detalles sobre el destino de las joyas ni sobre otros posibles cómplices. La funcionaria reiteró que más de un centenar de agentes trabaja en la causa y pidió prudencia ante las filtraciones de información, ya que podrían poner en riesgo las próximas etapas de la pesquisa.
Los acusados, de 34 y 39 años, residían en la zona norte de París y cuentan con antecedentes por delitos similares. Las autoridades lograron localizarlos a través de rastros de ADN y registros de cámaras que los vincularon con el vehículo y la grúa utilizados durante el asalto.
 La fiscal Laure Beccuau encabeza la investigación y pidió prudencia ante las filtraciones que podrían entorpecer la causa.
La fiscal Laure Beccuau encabeza la investigación y pidió prudencia ante las filtraciones que podrían entorpecer la causa.El atraco, ejecutado a plena luz del día y en horario de apertura del museo, duró menos de diez minutos. Los ladrones, encapuchados y vestidos como trabajadores de mantenimiento, ingresaron con una grúa robada semanas antes, rompieron una ventana del piso superior y se dirigieron directamente a la Galerie d’Apollon, donde se exhibían joyas de la antigua monarquía francesa.
Entre las piezas robadas había una tiara de diamantes de la emperatriz Eugenia, un collar de esmeraldas que perteneció a María Luisa -segunda esposa de Napoleón Bonaparte- y un conjunto de zafiros de la reina María Amalia. Piezas únicas que sobrevivieron a revoluciones, guerras y cambios de dinastías, y que simbolizan el esplendor de la realeza francesa.
El caso provocó indignación nacional y llevó al gobierno a revisar los protocolos de seguridad en todos los museos del país. El Louvre, que recibe millones de visitantes al año, fue considerado durante décadas un bastión inexpugnable del arte y la historia europea. Su vulnerabilidad ante un robo tan planificado reabrió el debate sobre la protección del patrimonio cultural y los recursos destinados a la preservación de las colecciones públicas.
La magnitud del delito llevó a que parte del tesoro del Louvre fuera trasladado a un lugar secreto bajo custodia del Banco de Francia. Mientras tanto, las autoridades sospechan que los ladrones podrían haber actuado por encargo de una red internacional de tráfico de arte y antigüedades.
Pese a las confesiones, los investigadores insisten en que aún falta identificar al resto de la banda y determinar si existe un comprador detrás del robo. Con las joyas aún desaparecidas y la presión pública en aumento, el caso se ha convertido en una prioridad para el gobierno francés.
Más allá del botín, el episodio ya es parte de la historia moderna del Louvre: un recordatorio de que incluso los símbolos más sólidos del patrimonio cultural pueden ser vulnerables ante la ambición humana.