El 31 de octubre condensa rituales, ciencia y memoria: mientras Halloween y el Día de Todos los Santos se entrelazan en celebraciones populares y religiosas, también se recuerda la muerte de José Ingenieros -figura clave del pensamiento latinoamericano- y el descubrimiento del daltonismo, hallazgo que transformó la comprensión de la percepción visual.
El cruce entre lo espiritual, lo científico y lo simbólico convierte a esta jornada en una fecha de múltiples historias: mientras Halloween se expande como fenómeno cultural global y el Día de Todos los Santos mantiene su raíz litúrgica en diversas tradiciones, el fallecimiento del argentino invita a revisar su legado y el descubrimiento del daltonismo recuerda cómo la observación personal puede abrir caminos en la ciencia.
Para gran parte del mundo occidental, la fiesta de Halloween es una celebración que combina raíces paganas, cristianas y comerciales. Originada en la festividad celta de Samhain, que marcaba el fin de la cosecha y el inicio del invierno, la jornada estaba asociada a los espíritus que regresaban al mundo de los vivos. Con el paso del tiempo, el cristianismo la adaptó como la víspera del Día de Todos los Santos, y finalmente, la cultura estadounidense la transformó en un espectáculo de disfraces, dulces y consumo masivo.
En Latinoamérica, Halloween llegó entre la curiosidad y el rechazo. Algunos lo ven como una invasión cultural; otros, como una excusa para disfrazarse y divertirse. Pero más allá de las discusiones, su permanencia demuestra algo inevitable: el ser humano siempre encontró placer en convivir, aunque sea por una noche, con lo que más teme.
El 31 de octubre de 1925 moría José Ingenieros, médico, filósofo y sociólogo argentino. Autor de El hombre mediocre, fue una figura clave en la formación intelectual del país a comienzos del siglo XX. Su pensamiento, influido por el positivismo y el idealismo, proponía una ética basada en la superación personal y el progreso moral, tanto individual como colectivo.
Ingenieros fue también un militante de las ideas reformistas y un crítico feroz del conformismo político. Su legado sobrevive en la academia y en el imaginario social argentino, donde su figura encarna una mezcla poco común: la del científico que quiso moldear un país a partir de la virtud y el pensamiento crítico.
En 1794, el químico y físico inglés John Dalton publicó el primer estudio sobre una anomalía visual que él mismo padecía: la dificultad para distinguir ciertos colores. Así nacía el término “daltonismo”, en honor a su autor, que describió con precisión la confusión entre el rojo y el verde. Su observación abrió el camino para comprender que la percepción del color no era universal, sino una experiencia fisiológica condicionada por la biología del ojo.
Hoy se sabe que el daltonismo afecta a millones de personas en el mundo, en su mayoría hombres, debido a su herencia genética ligada al cromosoma X. Lo que comenzó como una rareza personal de un científico curioso terminó revelando una verdad fascinante: no todos vemos el mismo mundo y, aun así, compartimos su belleza.