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En el gran salón de la Casa Rosada este jueves, se configuró un consenso silencioso: los gobernadores ya demostraron lo suficiente como para acercarse. Acataron. Ahora todo depende de Milei.
En la tarde del jueves, Milei recibió en la Casa Rosada a 20 gobernadores de 24 provincias, con el objetivo de relanzar el vínculo entre Nación y provincias. El encuentro fue convocado por el jefe de Gabinete Guillermo Francos y concentró una presencia significativa: gobernadores de La Pampa (Sergio Ziliotto), Santiago del Estero (Gerardo Zamora), Chubut (Ignacio “Nacho” Torres), Corrientes (Gustavo Valdés), Santa Fe (Maximiliano Pullaro), Jujuy (Carlos Sadir), San Luis (Claudio Poggi) y otros mandatarios que hasta ahora se mantenían más al margen del Gobierno nacional.
Durante la reunión, se avanzó sobre los ejes que el Ejecutivo considera centrales: la aprobación del Presupuesto 2026 y las reformas laboral, tributaria y previsional. Milei les pidió “acompañar la etapa de crecimiento” y adelantó que su Gobierno recorrerá dos provincias por mes.
Los gobernadores, por su parte, plantearon exigencias concretas: reactivar la obra pública nacional, mejorar distribución de fondos federales, revisar los ATN y el reparto del Impuesto a los Combustibles Líquidos. Aunque calificaron el diálogo como “bueno y cordial”, no ocultaron su recelo: las concesiones reales siguen pendientes.
El acto simboliza un cambio de tono: tras meses de enfrentamientos, Milei aparece buscando consenso. Pero si ese cambio implica profundidad o sólo imagen es la interrogante. El Presidente, que construyó su poder desde la confrontación, ahora necesita negociar. Y ahí vuelve el punto crítico: ¿puede mantenerse unido un bloque de gobernadores que reclaman autonomía, recursos y presentes concretos, sin que Milei pierda su estilo disruptivo? ¿Y puede él, a su vez, ceder sin que se vea debilitado?
La respuesta apunta a que sí, hubo avance, pero también a que no está confirmado que sea duradero. El hecho de que se haya reunido con un número tan amplio de mandatarios como nunca antes para este Gobierno representa un paso. Pero la historia reciente del oficialismo -marca de vetos, insultos, desprecio por la negociación- pone un interrogante sobre la resistencia de la coalición.
El pacto con los gobernadores es necesario, pero si se lo interpreta como foto antes que como reforma, corre el riesgo de volatilizarse. En esta nueva fase, el real protagonismo no será de titulares ni actos: será de acuerdos que perduren, de concesiones que se sostengan y de un estilo que integre manejo del poder con ejercicio político.