El hermetismo domina por estas horas la sede central de la Unión del Personal Civil de la Nación (UPCN). Andrés Rodríguez, su secretario general desde 1990, atraviesa un delicado cuadro de salud tras una cirugía cardíaca en la que le practicaron entre cuatro y cinco bypass. Internado en el sanatorio Anchorena, su recuperación mantiene en vilo al gremio estatal más poderoso del país y abre un interrogante inevitable: quién tomará el timón durante su ausencia.
En ese escenario de cautela y discreción, una figura comienza a ganar espacio: Fabiola Mosquera, secretaria general de UPCN Buenos Aires. Con años de trayectoria en la estructura provincial, Mosquera tejió vínculos sólidos con intendentes, legisladores y funcionarios del gobierno bonaerense, y es una voz recurrente en las negociaciones paritarias del sector público.
Su presencia junto a Rodríguez en los últimos actos gremiales -entre ellos la tradicional movilización de San Cayetano, donde el líder advirtió sobre “el ajuste y la destrucción del salario real de los trabajadores del Estado”- consolidó su perfil. Tras esa jornada, comenzó a mostrarse más activa y con tono de conducción, un movimiento que no pasó inadvertido dentro ni fuera del gremio.
El otro foco de atención está en la CGT. Rodríguez ocupa una silla clave en la mesa chica de la central obrera, como nexo entre el sindicalismo tradicional y el poder político. Por ahora, nadie fue designado para reemplazarlo. “Todo está en suspenso hasta nuevo aviso”, reconocen en Azopardo, aunque admiten que Mosquera ya empezó a tender puentes con otros sindicatos por si la recuperación del jefe se prolonga.
A los 34 años de conducción ininterrumpida, Rodríguez encarna el último tramo del sindicalismo clásico: pragmático, hábil negociador y con llegada a todos los gobiernos, sin distinción partidaria. Mientras el líder se repone, el gremio navega en aguas de incertidumbre. Nadie oficializa movimientos, pero todos mueven piezas.
GZ