El primer día del juicio por el femicidio de Cecilia Strzyzowski tuvo un momento tenso. No fue un planteo técnico ni una discusión de abogados. Fue cuando Mercedes Valois Flores, la abuela de la joven, se sentó frente al jurado y empezó a hablar de la última vez que vio a su nieta con vida.
Con la voz firme, pero cargada de angustia acumulada durante más de un año, recordó que Cecilia se había despedido con un abrazo largo, uno que le quedó tatuado en la memoria. Le dijo que el vuelo podía caerse y que quizás no la volvieran a encontrar. La escena sonó a presagio: “Dame muchos besos porque yo me voy a morir en el avión y no me van a encontrar”, recordó la mujer, y la sala quedó en silencio.
No era el único miedo flotando entonces. La abuela también relató una frase que escuchó de César Sena, el acusado principal. En una conversación doméstica, según ella, él se jactó de que sabía desaparecer gente con los chanchos. Mercedes lo repitió sin alterarse, como quien narra algo terrible que se volvió rutina en el recuerdo. Y explicó por qué estaba ahí: “Vengo a pedir Justicia por mi nieta que fue brutalmente asesinada”.
Por la tarde llegó el testimonio de Gloria Romero, la madre de Cecilia. Entró a la sala con el dolor a cuestas. Su voz se quebró más de una vez, pero siguió. Dijo que antes del supuesto viaje habló con César y le pidió que cuidara a su hija; él respondió simplemente “siempre”.

Lo que vino después fue para ella una certeza inmediata. Días más tarde empezaron a llegar mensajes desde el teléfono de Cecilia, pero la madre supo en segundos que no eran de su hija. Había detalles imposibles de imitar: “Sabía cómo escribía, hasta los stickers que usaba”, contó, y la frase se transformó en prueba emocional, en intuición materna convertida en evidencia íntima.
También habló de la relación. Dijo que nunca confió en César, que le despertaba rechazo desde el inicio. Y recordó que antes del casamiento, Marcela Acuña les pidió que se divorcien y hasta ofreció plata para que eso ocurriera, algo que Cecilia no aceptó.
El testimonio de Gloria tuvo además un pasaje que dejó al jurado escuchando en tensión. Recordó una sobremesa en la que escuchó a César decir que si no hay cuerpo, no hay delito y que el delito perfecto era cuando el cuerpo se lo comen los chanchos y después se queman los animales.
El final del día fue puro desgarro. Gloria habló de la despedida frustrada, de ese abrazo que nunca pudo dar: “No le pude dar un abrazo”.