El 2 de noviembre de 1948, los Estados Unidos presenciaron una de las elecciones más sorprendentes de su historia. Contra todas las encuestas y la opinión generalizada de los medios, Harry S. Truman, del Partido Demócrata, logró vencer al republicano Thomas E. Dewey, quien se perfilaba como el claro favorito. La victoria, con el 49,5% de los votos populares y 303 votos electorales, consolidó a Truman como una figura decisiva en la política de posguerra.
Durante la campaña, Truman enfrentaba una popularidad en declive y un Congreso dominado por los republicanos. Sin embargo, optó por recorrer el país en tren en un maratón de discursos conocidos como el “whistle-stop tour”, en los que apeló directamente a los trabajadores, agricultores y veteranos de guerra. Su lema, “Give ’em hell, Harry!”, se convirtió en símbolo de una campaña enérgica y combativa que conectó con un electorado cansado del discurso tecnocrático y distante de Dewey.
El candidato republicano Thomas E. Dewey prefirió una campaña calculada y moderada, confiando en las encuestas que le daban una ventaja amplia. Su estrategia, considerada excesivamente prudente, terminó por alienar a sectores clave del electorado. En contraste, Truman apeló al legado liberal del New Deal de Franklin D. Roosevelt, prometiendo proteger los derechos laborales, expandir la seguridad social y garantizar la igualdad racial, lo que reanimó la base demócrata.
La noche electoral dejó imágenes icónicas, como la famosa fotografía del presidente sonriente sosteniendo el titular erróneo del Chicago Daily Tribune que anunciaba “Dewey Defeats Truman”. Aquella instantánea pasaría a la historia como símbolo del error de las predicciones políticas y de la capacidad del populismo liberal para desafiar las estructuras establecidas.
Harry S. Truman in uniform, 1918. Truman served with the artillery during World War I. pic.twitter.com/W0RLbXZNPc
— Real Time History (@realtime_hist) March 28, 2017
El triunfo de Truman consolidó temporalmente la hegemonía del liberalismo demócrata en Estados Unidos. Su victoria permitió avanzar en políticas de derechos civiles, fortalecer el papel del Estado en la economía y reafirmar el compromiso del país con el orden internacional liberal de la posguerra. A su vez, sentó las bases de la futura polarización entre el liberalismo progresista y el conservadurismo anticomunista que marcaría la política estadounidense de la Guerra Fría.
Para los historiadores, el 2 de noviembre de 1948 sigue siendo una lección sobre la importancia del contacto directo con la ciudadanía y la fragilidad de las encuestas. Más allá del triunfo individual, la elección de Truman redefinió las coordenadas del debate entre libertad económica y justicia social, en un país que buscaba su rumbo tras el conflicto global.