El Gobierno vivió la semana posterior a su triunfo electoral como si hubiera sufrido una derrota. La feroz interna en Casa Rosada terminó con la salida de Guillermo Francos, quien no toleró la falta de respaldo de Javier Milei ni las presiones cruzadas entre Karina Milei y Santiago Caputo. Su renuncia, comunicada el viernes por redes sociales, fue la confirmación de un quiebre que se gestaba desde hace meses.
Francos se marchó durante una cena que el presidente mantenía con Mauricio Macri, tras recibir señales ambiguas del propio Milei. Su salida deja al Ejecutivo sin el único funcionario con llegada a los gobernadores y a la oposición, un rol que lo había convertido en una figura atípica dentro del gabinete libertario. “Era el único que podía traducir al Presidente”, reconoció una fuente de Balcarce 50.
En su lugar, el comunicado oficial anunció que Manuel Adorni asumirá como nuevo jefe de Gabinete “a partir del lunes”, con el argumento de “renovar el diálogo político”. La designación generó desconcierto, ya que el vocero nunca mantuvo vínculos institucionales con el Congreso ni con los mandatarios provinciales, a los que solía chicanear en sus conferencias. El ascenso de Adorni, en los hechos, consolida el poder de Karina Milei, que ya no tendrá que equilibrar su influencia con la del saliente Francos.
Adorni, que había ganado una banca en la Legislatura porteña, incumplirá su palabra de asumir el cargo. “Estoy cansado de repetir que el 9 de diciembre renuncio”, había dicho semanas atrás, pero fuentes oficiales confirmaron que sabía hace dos semanas que reemplazaría a Francos. Desde entonces, su equipo trabaja en absorber la Vocería Presidencial dentro de la nueva Jefatura de Gabinete, un modelo que recuerda al de Aníbal Fernández o Jorge Capitanich.
Con la salida de Francos, el poder se concentró en dos polos: el de Karina Milei, a cargo de la Secretaría General de la Presidencia, y el de Santiago Caputo, quien espera ser formalizado como ministro —posiblemente al frente de una nueva cartera con control de áreas sensibles como Energía, Transporte y Obras Públicas—. El equilibrio entre ambos definirá el rumbo de la segunda etapa del gobierno libertario, más signada por las internas que por la gestión.
El episodio deja otra consecuencia política: el fin del “triple comando” y el comienzo de un nuevo esquema donde el presidente delega el poder, pero sin cederlo realmente. “Milei gobierna rodeado de muy pocos. Los lugares de privilegio no se reparten: se heredan”, sintetizó un funcionario con acceso al despacho presidencial.