La historia argentina se repite con un guion trágico que quisiéramos dejar atrás: un Estado que se presenta como garante de derechos, pero que a la hora de cumplirlos provoca dolor, humillación y sufrimiento evitable. Benjamín, un nene de 8 años de Miramar que necesita el recambio de su prótesis para poder caminar, es hoy el rostro de una Justicia lenta y desalmada.
La abogada Claudia Palas lleva dos años litigando contra IOMA para que le den a su pequeño paciente lo que necesita para vivir con dignidad. Mientras tanto, el chico crece, la prótesis quedó chica y está rota, y cada día es una carrera contra el dolor. La propia letrada lo resumió con brutal sinceridad: “Benjamín está con la prótesis chica y rota desde marzo de este año”.
La Justicia ya ordenó que IOMA cumpla, pero el organismo responde con la indiferencia habitual. La abogada explicó que “a veces tenemos sentencias impecables donde ordenan el tratamiento, pero IOMA es como que no dice nada”. En criollo: desobediencia sin consecuencias. Y el que sufre no es el burócrata, es el niño que no puede vivir según su derecho a la salud.
Como si no alcanzara con la desatención, apareció también el absurdo económico. La familia presentó un presupuesto menor y razonable, pero desde IOMA avisaron que querían obligarlos a viajar hasta La Plata para otro proveedor “con un presupuesto dos millones más caro”. Además, la mamá debería hacer 400 kilómetros con su hijo cada vez que haya que tomarle medidas. No hay lógica médica, ni humana, ni financiera: solo negligencia disfrazada de trámite.
Palas fue directa: “Presupuesto hay, señores, presupuesto hay”. IOMA es una de las obras sociales que más recauda en el país, con entre dos y tres millones de afiliados. La plata está. Lo que falta es voluntad, control y un sistema que recuerde que detrás del expediente hay un niño que llora porque caminar le duele.
El caso llegó a los medios porque ya no queda otra vía para que alguien escuche. Y en ese detalle se esconde la tragedia estructural: en Argentina, son demasiadas las veces que un chico necesita exposición mediática para acceder a un derecho elemental. Mientras tanto, Benjamín sigue esperando lo que la ley ya le reconoció, pero la burocracia todavía le niega.