El presidente Donald Trump prepara una nueva fase en su política de seguridad continental con un plan que contempla enviar tropas estadounidenses a territorio mexicano para atacar a los cárteles del narcotráfico. De acuerdo con filtraciones de NBC News, el proyecto se encuentra en etapa avanzada de diseño y podría incluir la participación del Comando de Operaciones Especiales (JSOC) y de la CIA bajo la cobertura de operaciones de inteligencia. Aunque el despliegue no es inminente, la sola posibilidad ha reavivado los fantasmas históricos de intervencionismo en la región.
Desde el Palacio Nacional, la presidenta Claudia Sheinbaum fue categórica al rechazar cualquier acción de ese tipo. “El ejército de Estados Unidos no va a intervenir en México”, declaró. Su mensaje buscó reafirmar la soberanía nacional y frenar las presiones internas que exigen una colaboración más directa con Washington ante la ola de violencia. La iniciativa de Trump, sin embargo, se ampara en la designación de los cárteles como organizaciones terroristas, lo que permitiría justificar una operación transfronteriza sin aprobación mexicana.
Fuentes del Pentágono señalan que el plan incluiría el uso de drones y comandos especializados para destruir laboratorios de droga en el norte de México. La estrategia se enmarca en la doctrina de “guerra preventiva” que Trump promueve desde su primer mandato, pero su ejecución choca con el derecho internacional y con la legislación mexicana, que prohíbe la presencia de fuerzas extranjeras armadas en su territorio. En Washington, asesores del presidente afirman que las misiones operarían bajo Título 50, es decir, como acciones de inteligencia más que como intervenciones militares formales.
La medida también plantea un dilema interno para Estados Unidos. Expertos legales advierten que este tipo de operaciones podría eludir los controles del Congreso y la War Powers Resolution, lo que desataría un debate sobre la constitucionalidad del plan. En términos estratégicos, analistas estiman que la probabilidad de un aumento de la violencia tras una incursión de este tipo supera el 70%, debido a posibles represalias de grupos criminales y fracturas en la cooperación bilateral de inteligencia.
Para México, la noticia llega en un momento de alta sensibilidad política. Tras un año de gestión, Sheinbaum intenta consolidar su liderazgo frente a una opinión pública que demanda resultados en materia de seguridad pero que también defiende con firmeza la independencia nacional. Ceder ante un despliegue militar extranjero podría erosionar su legitimidad interna y generar una reacción nacionalista en el Congreso. En América Latina, varios gobiernos han advertido que una acción unilateral de Washington podría sentar un precedente peligroso para la soberanía regional.
Las consecuencias para Estados Unidos tampoco son menores. Una intervención directa en México abriría un frente de tensiones diplomáticas en el hemisferio y podría complicar las negociaciones comerciales y migratorias. Además, el uso de tropas especiales en un país aliado amenaza con debilitar la imagen internacional de Washington como socio confiable y respetuoso del derecho internacional. La probabilidad de que esta crisis escale en foros multilaterales, como la OEA o la ONU, es considerada alta por observadores internacionales.
The Trump administration is preparing a new mission in Mexico to target drug cartels
— Visegrád 24 (@visegrad24) November 3, 2025
According to NBC News, citing U.S. officials, the plan involves deploying American troops and intelligence officers to strike drug labs and cartel leaders inside Mexico.
Early-stage training… pic.twitter.com/IphgYwbaFC
El desafío para ambos gobiernos es lograr un equilibrio entre cooperación en seguridad y respeto a la soberanía. Si Trump persiste en su enfoque militar, Sheinbaum podría endurecer su discurso nacionalista, lo que pondría fin a la actual etapa de cooperación técnica. Sin embargo, existen caminos intermedios, como intensificar los programas conjuntos de inteligencia y tecnología sin presencia armada directa, opción que los expertos ven como la más viable a corto plazo.
En este nuevo pulso entre Washington y Ciudad de México, el desenlace marcará el rumbo de la relación bilateral durante la próxima década. Si la diplomacia cede terreno ante la fuerza, América del Norte podría entrar en una fase de tensión sostenida que comprometa no solo la seguridad, sino también la estabilidad política y económica de la región.