En una movilizadora tarea de memoria, la institución Yad Vashem, con sede en Jerusalén, anunció que ha identificado los nombres de cinco millones de los más de seis millones de judíos asesinados durante el genocidio nazi en la Segunda Guerra Mundial. El trabajo, que lleva más de siete décadas, busca devolver la identidad a cada una de las víctimas.
Desde su creación en 1953, Yad Vashem se propuso rescatar del anonimato a quienes fueron borrados de la historia. Niños, mujeres, hombres y comunidades enteras recuperaron su nombre gracias a un archivo monumental que ya supera los cinco millones de registros. El objetivo, explican sus responsables, es simple pero inmenso: que ningún asesinado quede sin identidad. Se calcula que todavía falta identificar alrededor de un millón de víctimas.

La reconstrucción se basó en una combinación de métodos tradicionales y tecnología moderna. Miles de voluntarios de comunidades judías en todo el mundo, genealogistas, sobrevivientes y descendientes aportaron documentos, fotos, cartas, censos y las llamadas “Páginas de Testimonio”, que registran datos biográficos de cada víctima conocida.

En los últimos años, el proceso se aceleró con el uso de inteligencia artificial y sistemas de reconocimiento de texto que permiten analizar millones de páginas de archivos digitalizados de Europa Oriental, la ex Unión Soviética y los Balcanes. Estas herramientas cruzan nombres, fechas y lugares para reconstruir identidades perdidas entre listas de deportaciones y registros de campos de concentración.
Además, la institución ha estimado que aún faltan por documentarse cerca de un millón de víctimas. Para reducir esa brecha, prevén incorporar entre 200.000 y 300.000 nombres adicionales en los próximos años, gracias a una combinación de recolección de formularios “Páginas de Testimonio”, nuevos acuerdos con archivos nacionales y la aplicación de inteligencia artificial que rastrea testimonios orales, cartas, listas de transporte y otros registros dispersos.

Las “Páginas de Testimonio” —formularios que permiten que familiares, comunidades o testigos aporten datos de víctimas— han sido desde los años 50 un pilar del registro y siguen siendo una vía clave hoy.
Por su parte, la tecnología ha empezado a conectar fragmentos antes inalcanzables: análisis de documentos en hebreo, alemán, ruso, inglés, que hace sólo unos años hubieran requerido décadas de trabajo humano. La estimación de seis millones de víctimas, hoy profundamente arraigada en la memoria colectiva, surge de documentos nazis, investigaciones académicas y testimonios reunidos tras la guerra, y sigue siendo el punto de partida para las tareas de identificación individual.

A medida que pasan las décadas, los sobrevivientes y testigos del Holocausto se vuelven cada vez menos numerosos, lo que vuelve urgente la conservación de su memoria. Cada nuevo nombre recuperado es una victoria contra el olvido y una herramienta para educar a las generaciones futuras.
El proyecto de Yad Vashem no solo honra a las víctimas, sino que reafirma un principio universal: recordar es una forma de justicia. Poner nombre a cada vida arrebatada es impedir que el horror se repita.