La reciente reacción de figuras oficialistas contra el liderazgo de Miguel Díaz-Canel y Manuel Marrero marca un punto de inflexión en la estabilidad interna del régimen cubano. Lo que antes habría sido considerado una blasfemia dentro de los círculos leales al poder, hoy se expresa abiertamente en redes sociales. El episodio protagonizado por Suzanne Felipe, psicóloga y propagandista habitual del oficialismo, exigiendo la dimisión de los principales dirigentes del país, simboliza un desgaste ideológico que ha dejado de ser marginal para convertirse en una grieta visible.
El caso del exministro de Economía Alejandro Gil Fernández, acusado de espionaje y delitos de corrupción, aceleró esa fractura. Su caída no solo representa una purga técnica, sino una crisis de confianza en las estructuras que sostenían la narrativa de pureza moral del sistema. El intento del Gobierno por controlar el impacto mediático del escándalo coincidió con el paso devastador del huracán Melissa, dejando en evidencia la debilidad de un Estado saturado de problemas simultáneos.
El artículo de Yunior García Aguilera señala que el Partido Comunista de Cuba atraviesa una crisis de cohesión discursiva. Los llamados “clarias” –usuarios prorégimen empleados como voceros digitales– parecen perder sincronía con la línea oficial. Los nuevos ataques internos, junto con el homenaje público a Celia Cruz en la Fábrica de Arte Cubano, generaron tensiones entre las generaciones más jóvenes y los sectores más ortodoxos del poder. Ese contraste refleja un agotamiento simbólico del discurso revolucionario.
A diferencia de crisis anteriores, donde el aparato ideológico lograba imponer silencio, ahora la erosón de la lealtad parte desde dentro. El temor a las sanciones o a la exclusión ya no basta para mantener la disciplina digital. En un país donde la economía se derrumba, el salario medio no cubre las necesidades básicas y el éxodo supera el millón de personas, la propaganda pierde eficacia frente al hambre y la desilusión.
“Que sea televisado”: Hija de Alejandro Gil rompe el silencio y pide un juicio abierto en Cuba para su padre
— CiberCuba - Noticias de Cuba 🇨🇺 (@CiberCuba) November 1, 2025
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La acusación por espionaje contra un alto funcionario no solo sugiere rivalidades internas, sino un reajuste de poder en los niveles superiores del Estado. Diversas fuentes coinciden en que la purga de Gil responde a un intento por reforzar la autoridad de Díaz-Canel frente a las facciones que buscan su sustitución. Sin embargo, este tipo de maniobras también puede acelerar la descomposición institucional. El propio tejido de alianzas dentro del partido parece haberse vuelto impredecible, con antiguos aliados convertidos en detractores.
El deterioro económico y moral del sistema abre un escenario de transición incierta. Cada vez más sectores del oficialismo actúan por supervivencia individual y no por convicción ideológica. Las antiguas líneas de fidelidad política se diluyen entre el oportunismo, el cansancio y el miedo al futuro. Aunque el régimen conserve el control militar y mediático, las fisuras en su relato muestran un proceso de desintegración lenta pero real.