Mientras el sultán Haitham bin Tariq cumple con su visita de Estado a España, en Omán su esposa, Sayyida Ahad bint Abdullah bin Hamad Al Busaidiyah, se consolida como una figura clave de la transformación social más silenciosa del Golfo: la ampliación del papel de las mujeres dentro de la esfera pública.

La llamada Al Sayyida Al Jalila (“La Honorable Dama”) no ostenta el título de “Sultana”, pero ha conseguido algo mucho más relevante: ser la primera consorte en la historia del sultanato con una función pública activa, un cambio significativo en un país donde, hasta 2020, las esposas reales permanecían fuera del foco político.
Su perfil combina discreción tradicional y compromiso social. Licenciada en Sociología, Sayyida Ahad se ha dedicado a impulsar causas humanitarias, la inclusión laboral femenina y la protección de familias de bajos recursos. En 2021 creó la Fundación Ahad, una organización que canaliza programas de apoyo a mujeres emprendedoras, personas con discapacidad y víctimas de desastres naturales. Su primera acción fue la asistencia a comunidades afectadas por el ciclón Shaheen, lo que marcó un punto de inflexión en la relación entre la Casa Real y la sociedad civil.

El impacto de su figura trasciende el ámbito benéfico. Su participación en actos como la ceremonia anual del Día de la Mujer Omaní o la graduación de la promoción femenina de la Policía Real refleja una voluntad política de visibilizar a las mujeres en roles institucionales. Por primera vez, una figura femenina del trono se muestra como referente de liderazgo y modernidad dentro de la narrativa oficial del país.

En un Golfo donde Arabia Saudita impulsa reformas bajo control estatal y Qatar privilegia la visibilidad mediática de sus princesas, Omán ha optado por un modelo más sobrio: una apertura gradual, sostenida desde la legitimidad cultural y familiar. La Honorable Dama encarna ese equilibrio: modernizar sin romper, avanzar sin provocar resistencia.
El legado del anterior sultán, Qaboos bin Said —quien gobernó casi medio siglo sin consorte pública— había dejado un vacío simbólico. Hoy, Sayyida Ahad llena ese espacio con un liderazgo femenino en clave omaní, más vinculado a la comunidad que a la exposición mediática. Su imagen proyecta hacia dentro y hacia fuera una idea clara: el progreso de las mujeres es compatible con la estabilidad del sistema.

Su influencia coincide con un aumento sostenido de la participación femenina en la administración y en la educación superior: más del 60 % del alumnado universitario omaní son mujeres, y cada año crece el número de funcionarias en ministerios y cuerpos técnicos. Aunque todavía existen barreras en la representación política, el avance es evidente.
La figura de Sayyida Ahad no solo acompaña ese proceso: lo legitima. Su presencia en ceremonias oficiales, su relación con instituciones internacionales y su discurso centrado en la empatía social están redefiniendo la noción de liderazgo femenino en el Golfo Pérsico. Y aunque su ausencia en la visita a España generó curiosidad, en Mascate continúa tejiendo un nuevo paradigma de poder: el de la influencia silenciosa que transforma sin confrontar.