La victoria de Zohran Mamdani como nuevo alcalde de Nueva York marca un hito político: el primer mandatario musulmán, nacido en Uganda y abiertamente socialista, al frente de la ciudad más emblemática del capitalismo global. Su triunfo fue celebrado por sectores progresistas y movimientos de base, pero en paralelo generó una oleada de críticas y preocupación por el perfil ideológico que representa. Detrás del discurso de justicia social, muchos analistas observan una agenda económica y política de fuerte impronta radical.
Mamdani, de apenas 34 años, es miembro del Democratic Socialists of America (DSA), una organización que aboga por una transformación estructural del modelo estadounidense y mantiene lazos con gobiernos de orientación socialista en América Latina. Su militancia se traduce en un programa que propone elevar impuestos a las grandes fortunas, reducir el poder policial, garantizar transporte gratuito y congelar los alquileres, medidas que despiertan entusiasmo en militantes jóvenes, pero también inquietud en los sectores productivos y financieros que sostienen buena parte de la economía neoyorquina.
Las críticas más duras apuntan a la ambigüedad moral del nuevo alcalde ante regímenes autoritarios. Durante entrevistas previas a su elección, Mamdani evitó calificar como dictaduras a los gobiernos de Nicolás Maduro y Miguel Díaz-Canel, y se negó a condenar abiertamente consignas extremistas utilizadas por grupos internacionales de izquierda. Su afiliación al DSA, organización que ha enviado delegaciones a Cuba para “aprender del sistema socialista”, refuerza la percepción de que su visión política se alinea más con la ideología que con los valores democráticos liberales.
Además, sus reiteradas citas a Karl Marx y su afirmación de que “los multimillonarios no deberían existir” delinean un discurso que, para muchos, resulta más moralizante que pragmático. La élite empresarial de Nueva York teme que su administración espante inversiones y provoque una fuga de capitales en una ciudad que depende del dinamismo financiero. Incluso dentro del Partido Demócrata, varios dirigentes han advertido que su tono divisivo podría profundizar la polarización social.

El desafío central para Mamdani será conciliar su narrativa ideológica con la realidad económica de una de las urbes más complejas del mundo. Nueva York arrastra déficits crecientes, un sistema de vivienda colapsado y una desigualdad estructural que ningún alcalde ha logrado resolver. Sin embargo, los expertos advierten que aplicar políticas intervencionistas de manera abrupta podría agravar la crisis fiscal y desincentivar la creación de empleo. El idealismo socialista, trasladado sin gradualismo, podría convertirse en un experimento costoso para la ciudad.
Thank you, New York City. Together we made history.
— Zohran Kwame Mamdani (@ZohranKMamdani) November 5, 2025
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En el plano político, su victoria representa tanto una oportunidad como un riesgo para la izquierda estadounidense. Si fracasa, su gestión podría ser utilizada por los sectores conservadores como ejemplo de los límites del progresismo radical. Pero incluso antes de asumir, Mamdani ya ha polarizado el debate: para unos, es el rostro de un futuro más inclusivo; para otros, el símbolo de un romanticismo político desconectado de la realidad. En ambos casos, su nombre ya está destinado a redefinir el rumbo político de Nueva York.