Un nuevo relevamiento de la Universidad Católica Argentina (UCA) expuso un dato demoledor: uno de cada seis asalariados del país sufre inseguridad alimentaria por falta de dinero. Según la última Encuesta de la Deuda Social Argentina (ODSA), el 15% de los trabajadores con empleo formal o informal no logra garantizar una alimentación suficiente o de calidad para sus hogares.
El estudio, que abarca el promedio de los últimos tres años, revela que la situación se agrava entre los trabajadores informales y cuentapropistas, donde el índice asciende al 25%. Así, el informe confirma un fenómeno estructural: tener empleo ya no garantiza escapar del hambre.
El relevamiento define la “inseguridad alimentaria” como la dificultad para acceder a los alimentos básicos o mantener una dieta saludable debido a la falta de ingresos. El indicador se construye en base a preguntas directas sobre reducción de porciones, omisión de comidas o sensación de hambre en los últimos 12 meses.
Entre los asalariados registrados, el panorama es menos grave pero igualmente alarmante: el 7,4% declara haber pasado hambre o limitado el acceso a alimentos, frente al 30,3% de los trabajadores sin aportes. En la práctica, el problema se concentra en los sectores con empleos precarios o ingresos inestables, donde el poder adquisitivo se desplomó en los últimos años.
La ODSA también comparó la evolución del indicador: en 2022, el 17,3% de los ocupados sufría inseguridad alimentaria; en 2023 subió al 18,8%; y en 2024 llegó al 22,5%, su punto más alto en tres años. Dentro de ese universo, los cuentapropistas fueron los más afectados: pasaron de 22,1% a 31,8% en un año.
El informe detalla además fuertes brechas territoriales y de género. En el conurbano bonaerense, el 18,9% de los asalariados padece inseguridad alimentaria, frente al 14,8% en el interior y apenas 7,1% en la Ciudad de Buenos Aires. Entre las mujeres con empleo formal, el problema es más agudo: 8,5% frente al 6,6% de los varones.
“La calidad de los alimentos se deterioró incluso entre quienes logran comer todos los días”, explicó Ianina Tuñón, coordinadora del Barómetro de la Deuda Social de la Infancia. “El trabajo ya no alcanza para sostener una dieta saludable, lo que refleja una nueva forma de pobreza: la del trabajador con hambre”.
Mientras el Gobierno impulsa una reforma laboral bajo la promesa de crear empleo, los datos de la UCA dejan una advertencia clara: el empleo por sí solo ya no garantiza dignidad ni bienestar, y la recuperación económica no se traduce en comida en la mesa.