Arequipa y Guanajuato se convirtieron este 2025 en los epicentros de la cultura hispanoamericana. En Perú, el Hay Festival de Arequipa dedicó su undécima edición al homenaje de Mario Vargas Llosa, su hijo más ilustre y Nobel de Literatura. Mientras tanto, en México, el Festival Internacional Cervantino celebró a Carlos Fuentes como emblema de la palabra mexicana en el mundo. Ambos eventos, separados por miles de kilómetros, comparten una misma intención: reivindicar la literatura como acto de memoria y de poder simbólico.
El Hay Festival, que desde hace una década convoca a intelectuales, artistas y científicos, encontró en la figura de Vargas Llosa un puente entre la libertad de pensamiento y la resistencia cultural. Cristina Fuentes La Roche, su directora, definió el encuentro como “un acto de esperanza” en tiempos de polarización y crisis democrática. En Guanajuato, el Cervantino replicó esa energía con un lema similar -“Palabra y poder”-, situando a Fuentes como el narrador que mejor explicó las tensiones entre arte, política y modernidad en el siglo XX latinoamericano.
El homenaje arequipeño incluyó lecturas, exposiciones y mesas redondas dedicadas al autor de Conversación en La Catedral, con la participación de Héctor Abad Faciolince, Carlos Granés y Pedro Cateriano. A la par, en México, escritores como Juan Villoro, Valeria Luiselli y Yuri Herrera reinterpretaron la obra de Fuentes como un espejo de las democracias latinoamericanas. Ambos festivales coincidieron en su diagnóstico: la literatura sigue siendo un espacio de debate público cuando los discursos políticos se agotan.
El gesto de rendir homenaje trasciende lo estético. En ambos países, la palabra escrita se transformó en una herramienta de afirmación nacional. En Arequipa, la figura de Vargas Llosa sirvió para reposicionar a Perú como epicentro cultural andino. En Guanajuato, Fuentes reafirmó la herencia de una México moderna, cosmopolita y literaria. Los dos festivales funcionaron como diplomacias paralelas, capaces de tejer un relato común de identidad regional y proyección internacional.

El impacto simbólico de estos homenajes rebasa las fronteras literarias. Las instituciones culturales latinoamericanas están recurriendo a los grandes autores del siglo XX para reconstruir un horizonte de unidad intelectual en una época de fragmentación. Tanto Vargas Llosa como Fuentes, con trayectorias opuestas pero complementarias, representan la búsqueda de una Latinoamérica capaz de dialogar sin complejos con el mundo.

La convergencia entre Arequipa y Guanajuato marca una tendencia: los festivales literarios ya no son solo vitrinas artísticas, sino espacios de diplomacia cultural. En ellos se reactiva el debate sobre libertad, pensamiento crítico y legado. Detrás de cada homenaje, late la idea de que la literatura no solo cuenta historias, sino que funda identidades y sostiene democracias.
