La Cancillería del Perú anunció oficialmente el fin de la misión diplomática del embajador cubano Carlos Gallo Zamora, quien abandonó Lima tras una reunión con altos funcionarios del Ministerio de Relaciones Exteriores. Aunque el comunicado fue breve y sin explicaciones, fuentes diplomáticas confirmaron que la decisión respondió a preocupaciones sobre actividades no compatibles con su rol diplomático, vinculadas a labores de injerencia política e ideológica.
Zamora, conocido como El Gallo, había sido designado embajador en 2022 y acumulaba denuncias de diversos sectores civiles y militares peruanos que lo señalaban por intentar influir en movimientos políticos locales y por promover la narrativa oficial del régimen cubano en espacios académicos y sociales. Según informes reservados citados por medios peruanos, el diplomático habría mantenido contacto con grupos afines al gobierno de Miguel Díaz-Canel, lo que generó inquietud en el entorno del presidente de Perú.
La salida del embajador marca un punto de inflexión en las relaciones entre Lima y La Habana. En los últimos años, el vínculo bilateral se había caracterizado por la cooperación médica y cultural, pero también por la presencia activa de agentes ideológicos cubanos en distintos países latinoamericanos. Expertos en seguridad regional advierten que el caso Zamora refleja un patrón de expansión diplomática que Cuba ha usado históricamente para mantener influencia en gobiernos extranjeros mediante redes de cooperación y asesoría política.
En el Perú, esta situación coincidió con un clima de creciente desconfianza hacia regímenes autoritarios. El Congreso había debatido previamente la necesidad de revisar los acuerdos de cooperación con países no democráticos, mientras asociaciones civiles reclamaban mayor control sobre las misiones extranjeras. El Ministerio de Defensa también había recibido informes que cuestionaban la presencia de diplomáticos cubanos en actos públicos vinculados a organizaciones políticas locales.

El gobierno peruano, en su nota oficial, subrayó que toda misión diplomática debe regirse por el principio de no intervención en los asuntos internos del Estado receptor, consagrado en la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas. En ese marco, la decisión de poner fin a la misión del embajador cubano fue interpretada como un acto de soberanía y una defensa del orden democrático frente a la injerencia extranjera.
El retiro de Gallo Zamora ocurre en un momento en que La Habana enfrenta creciente aislamiento internacional y cuestionamientos por violaciones a los derechos humanos. En América Latina, países como Uruguay y Ecuador también han limitado su cooperación con Cuba, argumentando falta de transparencia en los convenios bilaterales. El caso peruano se suma a esta tendencia de distanciamiento progresivo.
🇵🇪🇨🇺‼️ | URGENTE: Perú expulsa al Embajador de Cuba del país.
— Agustín Antonetti (@agusantonetti) November 8, 2025
Se trata del Gallo Zamora, el gobierno detectó que estaba realizando operaciones de inteligencia para desestabilizar el país.
Esto es una gran noticia. Se deben cerrar todas las embajadas cubanas en el continente. pic.twitter.com/Bq4MmKe17O
Para la diplomacia peruana, el episodio deja una lección clara: la cooperación internacional no puede ser excusa para permitir actividades de propaganda o manipulación política. Con la salida del embajador cubano, el gobierno de Jerí busca reafirmar su independencia frente a regímenes autoritarios y enviar un mensaje contundente a la región: el Perú no será plataforma de intereses ajenos a su democracia.
La ruptura con Zamora simboliza el cierre de un ciclo en las relaciones con La Habana y el inicio de otro, más cauteloso y enfocado en los principios democráticos. En medio de tensiones ideológicas y realineamientos globales, Lima apuesta por una política exterior firme y transparente, en la que la defensa de la soberanía prevalezca sobre la complacencia diplomática.