Karina avanza sobre el sistema de Santiago y redefine la comunicación del Gobierno

Karina Milei decidió profundizar su ofensiva sobre el aparato de comunicación que históricamente manejó Santiago Caputo, el asesor con el que mantiene la disputa de poder más fuerte dentro del gobierno libertario.La hermana del presidente mantendrá a Manuel Adorni como vocero y lo blindará en la sala de conferencias, sin reemplazo visible, lo que consolida su control político sobre la narrativa oficial. En paralelo, comenzó a desplazar espacios de influencia de Caputo y a impulsar perfiles propios en áreas sensibles.

Uno de los movimientos clave es el ascenso del cineasta Santiago Oría, quien desembarca como “estratega comunicacional” con aval directo de Karina. Oría fue su principal defensor en tiempos del escándalo de coimas y ahora reapareció en los medios tras dos años de silencio. Su regreso coincide con un relajamiento de la censura interna que imponía Caputo sobre diputados y voceros que tenían vedado hablar. Ese gesto exhibe el giro: el control sobre los mensajes comienza a pasar por otro canal.

El karinismo también busca potenciar figuras afines como Iñaki Gutiérrez y La Pepona, quienes se convirtieron en defensores permanentes de los hermanos Milei en circuitos de streaming. Ambos son vistos como piezas útiles para equilibrar la presencia del Gordo Dan, figura central de la militancia digital que gira en torno a Caputo. Karina intenta consolidar volumen propio para sostener su peso en el gabinete que ella misma está moldeando tras el desplazamiento de Las Fuerzas del Cielo.

Pero el avance tiene un límite estructural: la base digital. La maquinaria real de La Libertad Avanza no depende únicamente de trolls contratados, sino de militancia orgánica nacida en redes, con impacto demostrado en acciones presenciales y capacidad de movilización. Ese ecosistema responde más a Caputo que a Karina y funciona con lógica autónoma. La disputa interna no solo reconfigura el poder político; también define quién controla el pulso emocional y comunicacional del mileísmo en la calle y en la virtualidad. ¿Quién manda? Esa pregunta hoy no tiene respuesta definitiva.