En la antesala de la COP30 en Belém do Pará, el antropólogo afroecuatoriano John Antón Sánchez se ha convertido en una de las voces más visibles dentro del debate ambiental global. Su propuesta busca que los pueblos afrodescendientes sean reconocidos como actores colectivos en la protección de la biodiversidad, al mismo nivel que los pueblos indígenas. Para Antón, el cambio climático no solo amenaza los ecosistemas, sino también la continuidad de culturas que han sido guardianas de la tierra por siglos.
Sánchez sostiene que la justicia climática debe incluir a los 200 millones de afrodescendientes que habitan América Latina y el Caribe, muchos de ellos en territorios vulnerables y ricos en recursos naturales. Desde su perspectiva, las comunidades negras no son minorías pasivas, sino portadoras de sistemas de conocimiento ambiental que han permitido conservar manglares, humedales y selvas tropicales sin depender de modelos extractivos.
La participación afrodescendiente en la COP30 llega respaldada por datos contundentes. Estudios recientes muestran que las tierras administradas por comunidades afrodescendientes presentan hasta un 55% menos de deforestación que otras zonas comparables. Sin embargo, solo una fracción de estos territorios cuenta con titulación colectiva, lo que limita su acceso a fondos climáticos y programas de conservación. Para las organizaciones regionales, este reconocimiento legal es la clave para transformar su papel de resistencia en una participación activa dentro de la gobernanza ambiental.
En paralelo, coaliciones como CITAFRO, que agrupan comunidades de 16 países, reclaman presencia en los mecanismos institucionales de la COP30. Su demanda es doble: participación efectiva y autonomía financiera, de modo que las iniciativas afrodescendientes no dependan de intermediarios estatales o agencias internacionales. El discurso de Antón conecta con esta exigencia, proponiendo que los pueblos afro sean reconocidos como pueblos originarios con derechos colectivos sobre sus territorios.
#COP30 starts today in Belém, Brazil
— UN Environment Programme (@UNEP) November 10, 2025
A pivotal moment for countries to accelerate #ClimateAction & build a better future for people & the planet.
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El reclamo afrodescendiente está reconfigurando las lógicas de la diplomacia ambiental en América Latina. En Brasil, Colombia y Ecuador, los gobiernos han comenzado a incluir representantes de estas comunidades en comisiones nacionales de cambio climático, aunque la representación sigue siendo simbólica. La probabilidad de que la COP30 incorpore mecanismos de financiamiento directo ronda el 50%, según expertos en justicia ambiental, pero el debate ya ha abierto una grieta en las jerarquías tradicionales del ambientalismo internacional.

Sánchez insiste en que el reconocimiento no es una concesión, sino un acto de restitución histórica. Su voz, respaldada por datos y memorias de resistencia, introduce una dimensión cultural que desafía el paradigma occidental de la sostenibilidad. Si su propuesta prospera, la COP30 podría marcar un punto de inflexión en la forma en que se entiende la relación entre diversidad cultural y biodiversidad natural.