14/11/2025 - Edición Nº1011

Internacionales

Eco trágico

Halloween sangriento en Bogotá: el asesinato de un joven de la Universidad de los Andes

11/11/2025 | Quince años separan las muertes de dos estudiantes de los Andes, ambos atacados en la noche de Halloween. La historia parece repetirse entre impunidad y dolor.



El asesinato de Jaime Esteban Moreno, estudiante de ingeniería de sistemas de la Universidad de los Andes, ha conmocionado a Bogotá. La madrugada del 31 de octubre de 2025, tras salir de una fiesta de Halloween, fue brutalmente agredido por dos hombres en el sector de Chapinero. Las imágenes de cámaras de seguridad mostraron una golpiza que dejó al joven inconsciente. Días después, falleció por un trauma craneoencefálico. El crimen despertó una ola de indignación y reabrió el debate sobre la violencia en la vida nocturna bogotana.

El caso recordó de inmediato otro episodio: la muerte de Luis Andrés Colmenares, también estudiante de los Andes, hallado sin vida en 2010 tras una fiesta de Halloween. Aunque las circunstancias fueron distintas, la coincidencia temporal, universitaria y social revivió las heridas de un país que parece repetir sus tragedias sin resolverlas. En ambos casos, el dolor familiar se convirtió en símbolo de un sistema judicial lento y de una sociedad que no logra frenar la impunidad.

Bogotá 


Bogotá es la extensa capital en altura de Colombia. La Candelaria, su centro con adoquines, cuenta con sitios coloniales como el Teatro Colón neoclásico y la Iglesia de San Francisco del siglo XVII. También alberga museos populares, incluido el Museo Botero, que exhibe arte de Fernando Botero, y el Museo del Oro, con piezas de oro precolombinas.

Dos muertes en el mismo espejo

Los expedientes de Colmenares y Moreno comparten una narrativa inquietante: jóvenes universitarioscontexto festivoviolencia sin sentido. En 2010, la versión inicial habló de un accidente; en 2025, las cámaras evitaron el encubrimiento. Ambos casos movilizaron a la opinión pública, generaron protestas y evidenciaron la fragilidad de la seguridad en espacios urbanos. Las coincidencias también alcanzan el escenario judicial: versiones contradictorias, sospechosos que se declaran inocentes y una opinión divida entre justicia y venganza.

En el caso de Moreno, la entrega voluntaria del segundo implicado, Ricardo González Castro, marcó un punto de inflexión en la investigación. Su decisión contrastó con la imagen inicial de un agresor fugitivo y mostró la presión mediática que el caso alcanzó. Sin embargo, las familias exigen más que capturas: demandan que la justicia sea ágil y transparente. La memoria de Colmenares sirve de advertencia: un proceso judicial extenso puede erosionar la verdad hasta diluirla.

Círculo de impunidad

Ambos homicidios revelan un patrón de violencia normalizada y de ineficacia institucional. Pese a los avances tecnológicos, la respuesta del Estado sigue siendo reactiva. Las autoridades clausuran locales y anuncian reformas, pero las calles continúan siendo escenario de agresiones juveniles sin consecuencias ejemplares. Cada caso abre un debate moral sobre la noche bogotana, pero pocos se traducen en políticas sostenibles o en educación ciudadana efectiva.

La reiteración de tragedias como las de Colmenares y Moreno refleja la ausencia de una cultura de responsabilidad colectiva. En un país donde la indignación es efímera, la violencia se recicla bajo nuevas formas y rostros. Si la justicia no logra cerrar este ciclo, Bogotá seguirá viviendo un eterno Halloween donde la fiesta termina siempre en duelo.