Cada 12 de noviembre se conmemora el Día Mundial de la Lucha contra la Obesidad, una fecha impulsada por la World Obesity Federation con el objetivo de visibilizar una problemática que afecta a más de mil millones de personas en el mundo, según datos recientes de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Argentina no es la excepción: más del 60% de la población adulta tiene exceso de peso, y las cifras en niños y adolescentes crecen de forma alarmante.

La causa fundamental del sobrepeso y la obesidad es un desequilibrio energético entre calorías consumidas y gastadas. A nivel mundial se considera que hubo un aumento en la ingesta de alimentos de alto contenido calórico que son ricos en grasa; además existe un descenso en la actividad física debido a la naturaleza cada vez más sedentaria de muchas formas de trabajo, los nuevos modos de transporte y la creciente urbanización.
La obesidad es una enfermedad crónica, multifactorial y prevenible, asociada no solo a la alimentación, sino también a factores genéticos, psicológicos, socioeconómicos y ambientales. No se trata solo de “comer menos y moverse más”, advierten los especialistas, sino de entender un trastorno metabólico complejo que impacta en la salud cardiovascular, respiratoria y mental.

Entre las principales causas, destacan el sedentarismo, la mala calidad de los alimentos ultraprocesados, el estrés y la falta de políticas públicas sostenidas que garanticen entornos saludables. “El entorno obesogénico -es decir, aquel que promueve el consumo excesivo de calorías y la falta de actividad física- es un factor estructural que debemos cambiar”, señaló la médica nutricionista Mariana Koppmann, especialista en educación alimentaria.
La prevención empieza en los primeros años de vida: fomentar la lactancia materna, ofrecer alimentación variada y fresca en las escuelas y promover espacios para la actividad física son medidas fundamentales. Sin embargo, los expertos coinciden en que también es necesario combatir la estigmatización: la obesidad no se “cura” con voluntad, y el estigma social solo empeora el acceso al diagnóstico y tratamiento.
En los últimos años, los tratamientos han avanzado. Hoy se combinan intervenciones médicas, nutricionales, psicológicas y farmacológicas, e incluso en algunos casos se recurre a la cirugía bariátrica. “La obesidad debe tratarse como cualquier otra enfermedad crónica, con seguimiento interdisciplinario y acceso equitativo a terapias”, explicó la endocrinóloga Silvina Aranda.
La OMS insiste en un enfoque integral: educación, acceso y empatía. No se trata de imponer dietas extremas o mensajes punitivos, sino de crear condiciones que faciliten decisiones saludables. Campañas de etiquetado frontal, impuestos a bebidas azucaradas y programas de alimentación escolar son políticas clave que ya demostraron efectividad en distintos países.
El Día Mundial de la Lucha contra la Obesidad busca generar conciencia. La meta es clara: que las personas puedan vivir en entornos que favorezcan su salud, sin culpas ni barreras. Prevenir es un trabajo colectivo que empieza en los hogares, se fortalece en las escuelas y debe sostenerse desde el Estado. La obesidad, como toda epidemia, solo se enfrenta con información, empatía y políticas públicas coherentes.