12/11/2025 - Edición Nº1009

Política

Crisis en paralelo

Kicillof y Milei, dos estilos distintos para un mismo desorden político

12/11/2025 | El gobernador bonaerense y el presidente comparten un modo similar de gobernar: tensión permanente, centralización de poder y alianzas inestables. Ambos enfrentan ajustes que los dejan al borde del conflicto.



Axel Kicillof vive cada instancia como una final. Lo hizo en la campaña electoral y lo repite ahora con la discusión del presupuesto y el endeudamiento. Su lógica política es la de la pulseada constante: no quiere ceder frente a La Cámpora ni al Frente Renovador, aunque eso lo deje aislado dentro del propio espacio. Mientras tanto, los intendentes del Conurbano —que piden más fondos para cubrir los aguinaldos de diciembre— alertan que no podrán afrontar los pagos por la caída de la recaudación y el freno de la actividad económica.

El gobernador bonaerense enfrenta un frente interno cada vez más fragmentado. En Fuerza Patria, los sectores de Máximo Kirchner y Sergio Massa muestran más afinidad entre sí que con el propio Ejecutivo provincial. A eso se suman tensiones municipales, como en Almirante Brown, donde los gremios declararon persona no grata a Mariano Cascallares y lo denunciaron por malversación de fondos. En medio de la crisis fiscal, Kicillof intenta contener los incendios con un presupuesto que pocos parecen dispuestos a respaldar.

En la Casa Rosada, el clima no es muy distinto. El gobierno de Javier Milei transformó un acto protocolar —la jura de Diego Santilli como ministro del Interior— en un nuevo foco de conflicto interno. Un decreto matutino modificó organigramas y restó poder al área política, lo que provocó malestar entre los gobernadores aliados. “Si ya lo rebajan tanto el primer día, qué quedará a fin de mes”, ironizó uno de ellos. El temor es que Karina Milei y Santiago Caputo sigan concentrando decisiones mientras los ministros quedan como figuras decorativas.

El desorden político se replica: Milei y Kicillof gobiernan con el mismo método, la tensión como estrategia, la centralización del poder y una relación ambigua con sus aliados. Ambos creen tener razón frente a todo, pero sus equipos se desgastan en el intento de sostenerlos. En la provincia, la falta de fondos amenaza con paralizar a los municipios; en la Nación, las disputas internas por el poder erosionan la autoridad presidencial. En los dos casos, el resultado es el mismo: una crisis política permanente.