La República Dominicana vivió un apagón total que paralizó el país durante varias horas, dejando sin luz, transporte y comunicaciones a millones de personas. El incidente, ocurrido el martes pasado, se originó por una falla en las plantas Quisqueya I y II, lo que desencadenó una caída en cadena del sistema eléctrico nacional. El metro, los semáforos y servicios hospitalarios se vieron gravemente afectados, revelando una dependencia crítica de un sistema frágil y con escasas redundancias técnicas.
El gobierno dominicano logró restablecer parte del suministro horas después, pero el impacto social y económico fue inmediato. Cientos de comercios quedaron inactivos, y los servicios públicos se sostuvieron apenas gracias a generadores de emergencia. El ministro de Energía, Joel Santos, admitió que el restablecimiento total podría demorar, mientras analistas locales alertaron que este evento podría repetirse si no se refuerza la infraestructura de transmisión.
Semanas antes, Brasil enfrentó un apagón nacional que afectó amplias zonas del país, incluyendo Brasilia y Sao Paulo. El origen fue un incendio en la subestación de Bateias, en Paraná, que provocó una desconexión en cascada de las líneas de transmisión. Aunque el sistema se recuperó en menos de un día, el evento generó preocupación por la capacidad de respuesta ante fallos críticos y reabrió el debate sobre la resiliencia del sistema eléctrico brasileño.
Las coincidencias entre ambos episodios son notorias: dependencia de puntos clave del sistema, falta de mantenimiento y respuestas lentas ante contingencias. Tanto en Brasil como en la República Dominicana, los apagones dejaron al descubierto la escasa coordinación entre empresas generadoras, transportistas y el Estado, además de la ausencia de mecanismos de redundancia ante emergencias de gran escala.
🇩🇴‼️ | Apagón nacional en República Dominicana: Un fallo masivo dejó al país sin luz y paralizó servicios esenciales.
— UHN Plus (@UHN_Plus) November 12, 2025
El apagón tuvo consecuencias inmediatas para hospitales, bancos y grandes instituciones, que recurrieron a generadores para sostener operaciones básicas,… pic.twitter.com/vAIkBGEM1g
Estos dos apagones ponen en evidencia un patrón común: la infraestructura eléctrica latinoamericana está expuesta a riesgos sistémicos por falta de inversión sostenida y modernización. La transición energética hacia fuentes renovables avanza, pero sin un fortalecimiento paralelo de las redes de transmisión, la región seguirá vulnerable a cortes de gran magnitud. Además, la ausencia de marcos regulatorios robustos impide exigir niveles de redundancia similares a los de países desarrollados.
Según proyecciones técnicas, hay al menos un 75% de probabilidad de que la causa estructural de ambos eventos radique en la combinación de mantenimiento deficiente y concentración de nodos de energía. Esto sugiere que los apagones no fueron accidentes aislados, sino alertas tempranas de un sistema continental tensionado por el crecimiento de la demanda y la falta de previsión.
El PRM y Luís Abinader deterioran Empresa de Transmisión Eléctrica @ETED_RD para con eso justificar entregársela a sus amigos empresarios, igual que hizo Leonel Fernández y la Fuerza del Pueblo con las demás empresas de los Dominicanos. #apagon #blackout pic.twitter.com/aqtPvKzxew
— Carlos Peña (@CarlosPenard) November 12, 2025
El desafío para la región es repensar la seguridad energética como un componente de estabilidad nacional. Cada apagón no solo representa una falla técnica, sino una crisis de confianza pública que afecta la gobernabilidad. Si las lecciones de Brasil y República Dominicana no derivan en planes de inversión e integración regional, la probabilidad de nuevos eventos similares podría superar el 80% en la próxima década.
En definitiva, los apagones recientes son un recordatorio de que el desarrollo eléctrico debe acompañarse de planificación y mantenimiento sostenido. La energía, pilar del crecimiento regional, no puede depender del azar ni de sistemas al borde del colapso.