Cada 14 de noviembre, el Día Mundial de la Diabetes vuelve a poner sobre la mesa de debate un problema sanitario que crece sin hacer ruido, en silencio. Pero con consecuencias enormes. La enfermedad afecta a millones de personas en el mundo y Argentina no es la excepción. En este sentido, los médicos alertan que la mitad de los diagnósticos llega de manera tardía. Es decir, cuando ya existen complicaciones metabólicas difíciles de revertir.
El mensaje es directo: la diabetes se combate con información, chequeos y acción temprana.

En Argentina, por ejemplo, sufren esta enfermedad más de 1 de cada 10 adultos, lo que podría representar 4.3 millones de pacientes. De todas maneras, y según datos de la edición 2025 del Atlas Internacional de Diabetes, el 29% no lo sabe, lo que representa más de 1.2 millones de argentinos. La mayoría de los pacientes llega al diagnóstico hasta siete años tarde, por lo que cerca del 25% ya presenta complicaciones vasculares en ese momento.
Los especialistas remarcan que la prevención sigue siendo la barrera más efectiva. Alimentación basada en alimentos frescos, reducción de azúcares simples, control del peso y actividad física moderada reducen en gran medida el riesgo de desarrollar diabetes tipo 2. En este sentido, no hace falta volverse atleta: caminar treinta minutos al día ya cambia el panorama sanitario de cualquier persona.
Además, es la tercera causa de muerte prematura, mientras que los factores de riesgo para la diabetes tipo 2 están presentes en niños y adolescentes de LATAM: 16% y 19% de niños tiene obesidad respectivamente. En Argentina, la cifra asciende al 40%, mientras que 81% de los adolescentes no practica suficiente actividad física.
El diagnóstico temprano también es clave. Los médicos destacan que un simple análisis de sangre —glucemia en ayunas y, si es necesario, hemoglobina glicosilada— permite detectar alteraciones antes de que el cuerpo dé señales más serias. Los estudios anuales deberían ser tan inevitables.
En cuanto a los síntomas, la enfermedad suele mostrarse cuando la glucosa ya está disparada. Sed excesiva, cansancio, aumento de apetito, necesidad frecuente de orinar, visión borrosa y descenso inexplicable de peso son señales clásicas. En los adultos jóvenes, la aparición repentina de estos signos obliga a descartar diabetes tipo 1, que avanza más rápido y siempre requiere insulina.
El tratamiento varía según el tipo de diabetes, pero siempre combina cambios de hábitos, medicación oral o inyectable, control regular con profesionales y educación en salud. La tecnología se volvió aliada: medidores continuos de glucosa, apps de seguimiento y nuevos fármacos que mejoran la sensibilidad a la insulina permiten un manejo más preciso y cómodo para los pacientes.
La enfermedad también avanza en el mundo animal. En perros y gatos afecta a 1 de cada 500 mascotas, aunque la cifra real sería mayor por la cantidad de casos no detectados. Igual que en humanos, aparece cuando el organismo no produce o no utiliza bien la insulina, y sus síntomas —sed excesiva, más orina, más apetito y cambios de peso— suelen pasar desapercibidos al principio

El diagnóstico se confirma con análisis de sangre y orina; en gatos se suma la prueba de fructosamina para diferenciar estrés de diabetes real. Con tratamiento adecuado —insulina veterinaria exclusiva para animales, dieta equilibrada y ejercicio moderado— pueden llevar una vida completamente normal. Además, nuevas apps permiten monitorear